Darse hasta estresarse no es amor excesivo, es amor enfermo
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Algunas personas serviciales a veces se agotan y estallan. Y con ello sorprenden y a la vez se muestran muy humanas. ¿Acaso no estallo yo cuando tengo que hacer cosas que no me corresponden? ¿O cuando hago más de lo que tendría que hacer durante mucho tiempo?
Me canso de dar, de servir, de entregarme. Acumulo sin protestar. Y cuando me canso de guardar, salto con violencia y de forma desproporcionada.
Llevo mucho tiempo guardando el reproche en mi corazón. Siempre yo, pienso con rencor. Creo que doy más de lo que debería, más que los demás. Se cierran mis entrañas. Me vuelvo susceptible.
No quiero servir más de lo que debo. Calculo lo que me corresponde. La vida dividida en cincuenta por ciento. Si no me dan lo que me hace falta, me niego a servir más de lo necesario. Y me quejo.
Los otros nunca hacen nada. Sólo yo. Creen que han nacido para ser servidos. Y yo tengo que cuidar de todo. Entonces voy por la vida destilando amargura.
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Servir demasiado no parece justo. Nunca son buenos los excesos. El exceso en la vida puede llevarme a adicciones, a desviaciones, al agotamiento, al estrés, a la depresión, a la ansiedad. El exceso no parece bueno.
¿Y el exceso en el amor? ¿Se puede amar demasiado a alguien?
A veces me confundo. Y pienso que amar mal es amar demasiado. Es distinto. Si amo bien, como Dios quiere que yo ame, nunca es demasiado mi amor.
Si amo mal, buscándome a mí mismo, exigiendo dependencia, si amo de forma enfermiza, reteniendo, dependiendo, ese amor no es excesivo, simplemente es un amor enfermo, un amor que no hace crecer al otro.
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El amor sano nunca es excesivo. Una madre ama a su hijo con todo su ser. De forma exagerada. Está dispuesta a dar su propia vida por su hijo. No tiene medida, ni prudencia. Ama en exceso.
No por eso diría que ama de forma enfermiza. Simplemente ama de una forma que me hace presente el amor de Dios. Así me ama Dios a mí. De forma exagerada. Sin medida. Sin medir cuánto da, cuánto me entrega.
No espera nada de mí. Sólo que me deje amar por Él hasta las entrañas. Quiere que note su abrazo en mi espalda. Allana mis caminos sin que me dé cuenta.
Y cuando caigo me levanta y me sostiene cuando pienso que he sido yo con mis propias fuerzas. Ese servicio de Dios a mi vida no lo valoro. No lo agradezco. Quiero ser más agradecido y apreciar cómo Dios me sirve cada día.