¿Quién alcanza el estado de oración perpetua? El hombre despierto a la vida del Espíritu
La oración de la que vamos a hablar es más o menos igual a lo que los Padres orientales han llamado “oración del corazón”, una oración que busca su fuente y su raíz en el fondo mismo de nuestro ser, más allá de nuestro espíritu, de nuestra voluntad, de los afectos y aun de las técnicas.
Por la oración del corazón, buscamos al mismo Dios o las energías del Espíritu en las profundidades de nuestro ser, y lo encontramos invocando su nombre.
“Cuando decimos que el hombre debe descubrir la oración del corazón, estamos pensando en las energías del Espíritu que habitan en su corazón (Rom 8, 9-11) para transfigurarle. El mismo cuerpo participa de esta transfiguración en el momento en que es renovado, transformado y santificado por el Espíritu“.
Entonces la oración se desintelectualiza, se identifica con el ser físico y se adhiere al ritmo de la respiración. Esto nos puede parecer extraño pues, como consecuencia de nuestra mentalidad racionalista, tendemos a imaginar al Espíritu Santo como un Espíritu connatural a la inteligencia, mientras que el Espíritu Santo trasciende la inteligencia del hombre y su naturaleza corporal, y puede santificar y transformar todo.
Las reflexiones se basan en el libro de Jean Lafrance La oración del corazón. Las citas son tomadas de allí.
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