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60 años después recordamos la angustiada y prepotente narración ‘A sangre fría’

INFAMOUS

Warner Bros. Entertainment Inc

José Luis Panero - publicado el 21/06/19

La obra de un escritor que quiere alcanzar a toda costa la grandeza literaria y, cuando la consigue, descubre que ha llegado a ella sólo por mezquindad, por pequeñez, por desprecio a la condición humana

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En noviembre de 1959, Truman Capote, el autor homosexual de Desayuno en Tiffany’s (1961)y un icono de lo que pronto se va a conocer como la jet set, lee un artículo en The New York Times. Relata los asesinatos de los cuatro miembros de una conocida familia granjera, los Clutter, en Holcomb, Kansas. Historias similares aparecen en los periódicos casi a diario, pero esta vez algo llama la atención de Capote.

Es una oportunidad, según él, de demostrar una teoría que siempre ha sostenido: en las manos del escritor adecuado, la no ficción puede resultar tan apasionante como la ficción. Argumentando que para su propósito era irrelevante el hecho de que cogieran a los asesinos, convence a la revista The New Yorker de que lo mande para cubrir la noticia y se va a Kansas.

Le acompaña una amiga de su infancia en Alabama, Harper Lee, quien en sólo unos meses va a ganar el premio Pulitzer y se va a hacer famosa al escribir Matar a un ruiseñor en 1960 –filme que hace dos años inexplicablemente fue apartado de las escuelas estadounidenses por su lenguaje-, y en 1962 llegaría la adaptación cinematográfica -a cargo de Robert Mulligan-, que proporcionaría a su protagonista, Gregory Peck -que el pasado 12 de junio se celebraron 16 años de su muerte- el único Oscar de su carrera por su inmejorable interpretación de Atticus Finch.

Por su parte, Capote, dirigida por Bennet Miller -quien antes sólo había dirigido un documental sobre turismo, The Cruise– y protagonizada por Philip Seymour Hoffman -se alzó merecidamente con el Oscar al mejor actor- reconstruye el más famoso libro del escritor estadounidense, a partir de su novela A sangre fría (publicada en 1966) que le daría al novelista fama internacional.

En Capote muestra cómo el gran autor necesita de los asesinos para escribir, y de su muerte para publicar. Eso sí, tras la publicación del libro, muchos de sus colegas del elitista círculo literario en el que se movía el escritor pusieron en tela de juicio sus motivos, así como la manera en que llevó sus pesquisas y entrevistas, y se centraron innecesariamente en la moral y los métodos. Capote, por su lado, consiguió con esta novela reflejar la brecha entre dos Norteaméricas: el país seguro y protegido que los Clutter conocían y el país amoral y desarraigado en el que vivían los asesinos.

Volviendo a la película, donde reside la esencia de este espléndido trabajo es en su director, que junto al guionista Dan Futterman se lanzó a la aventura de llevar a la gran pantalla a un personaje de tanto peso y tan admirado en Estados Unidos, Truman Capote, escritor, periodista y agitador social fallecido en 1984 por problemas de alcoholismo.

El guión es muy rico y está escrito con una contención tan grande que hace posible que la película se centrara en lo tácito. Lo que sale a relucir es un cine con una prosa austera. La historia entre Capote y Perry -uno de los asesinos- es uno de los ejes principales de la película, que acentúa con sutileza las semejanzas entre ambos, y por medio de miradas, medias palabras y promesas vagas se traza la historia de un amor que no se consuma, y del cual los dos sacarán beneficios. Ese amor homosexual es la encrucijada de A sangre fría.

Además de la versión fílmica que se comenta, destacan el trabajo de Richard Brooks en 1967, A sangre fría (In Cold Blood) y el filme Infamous (Historia de un crimen), dirigido por Douglas McGrathen 2007, que cuenta las peripecias de Capote (interpretado esta vez por Toby Jones) y Harper Lee (al que le dio vida la actriz Sandra Bullock) durante la gestación de la novela.

La película está brillantemente rodada y su ambientación y puesta en escena son deslumbrantes. El realizador ha sabido recrear fielmente la época donde se desarrolló y gestó esta tragedia, además de cuidar todos los detalles hasta alcanzar la exquisitez plena de cada uno de ellos.

A su vez, la dirección de actores es otra de las grandes bazas del filme. Miller reúne en torno a sí a un elenco de actores con el mismo peso específico, y articula una trama de altos vuelos junto a la actriz Catherine Keener. La pareja cinematográfica resulta muy convincente con su trabajo y el resultado final es un auténtico carrusel de sensaciones para deleite de los sentidos.

Uno de los “peros” de Capote puede ser sus densos diálogos, que pesan demasiado en la historia, y que podrían haberse aligerado con la introducción de alguna subtrama. Por otra parte, se echa de menos algún flashback que complete la película, pues el título no hace justicia íntegra a lo que después desarrolla la historia.

Desde este punto de vista, la cinta no es objetiva con la vida del protagonista, pues sólo nos han presentado al personaje a partir de la preparación de su laureada novela. La obra de un escritor que quiere alcanzar a toda costa la grandeza literaria y, cuando la consigue, descubre que ha llegado a ella sólo por mezquindad, por pequeñez, por desprecio a la condición humana.

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