Tuve una conversación sincera con Él por primera vez en semanas. Me senté en el fondo de la capilla y lo miré con resentimiento. No tenía palabras para Él por pura terquedad y orgullo. Mi tristeza no me permitía verlo. Me quedé en la capilla durante diez minutos antes de decirle que había terminado.
Estuve abrigando rabia contra Dios durante meses. Confié en el Señor y no obtuve el resultado positivo que pensé. Me sentí herida y traicionada por el Señor cuando supe que Él nunca cedió, que lo que yo creía que me iba a conceder no estaba dentro de sus planes.
Pero si Él quiere lo mejor para mí, si Él es el amor perfecto, ¿por qué estaba enojada con Él?
Cuando estás en una relación personal con alguien, es obvio que habrá temporadas de enojo y resentimiento que te alejarán un poco de esa persona, pero a veces, existe una falsa idea de que no hay dolor en la relación personal con Cristo.
Si miramos nuestra humanidad caemos en la cuenta de que fácilmente nos encontramos heridos de desconfianza en Dios cuando cuestionamos su autoridad o su actuar en nuestra vida.
Sabemos que es un dolor autoinfligido (a menudo no intencional) el que sentimos al separarnos de lo esencial, de lo que sabemos nos da la paz. Sin embargo, nos encontramos enojados como si fuera su culpa y seguimos alejándonos de Él.
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Apertura y honestidad
Sé a ciencia cierta que mi temporada de ira podría haber sido mucho más corta y llevadera si hubiera sido auténtica en mi oración.
No estaba siendo directa acerca de mis emociones, pues pensaba que estaba mal que sintiera enojo hacia Él. No me abrí lo suficiente, me convencí de que era algo que tenía que arreglar antes de llevarlo a Dios.
Sin embargo, cuando Dios dice que nos quiere todos, realmente lo quiere TODO. Quiere que acudamos a Él con nuestros deseos, emociones, pensamientos y sentimientos; sean positivos o negativos.
Al ocultar nuestras emociones por venganza o por un deseo de control, nos convertimos en hijos pasivos y nos olvidamos del que nos ama.
Esto es exactamente lo que el mal quiere en nosotros: alejarnos de la confianza en la capacidad de Dios para intervenir en cada situación de nuestra vida.
Sé real. Ve ante Dios y dile cómo te sientes. No retengas nada, ponlo todo en su Cruz. Él es un Dios de amor y de perdón, lento a la ira y rico en bondad.
Al abrirte, Él anhela abrirse aún más derramando su amor en todas las direcciones. Él no te rechazará, sino que te demostrará su amor una y otra vez.
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Dejarse ayudar
Mientras atraviesas una temporada de enojo, es crucial tener a alguien con quien hablar; especialmente si te resulta difícil estar completamente abierto con el Señor.