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Ermita del Rocío: La casa de la Blanca Paloma

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EL ROCIO
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Dolors Massot - publicado el 09/06/19
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La Virgen convoca cada año a más peregrinos y ya se ronda la cifra del millón

La Virgen convoca cada año a más peregrinos y ya se ronda la cifra del millón

Poco imaginarían los cristianos del siglo XIV que aquella ermita de la Virgen encalada de una aldea de la provincia de Huelva (Andalucía, España) iba a convertirse, con el transcurso de los siglos, en el punto de reunión de cerca de un millón de personas que van a manifestar su amor a la Madre de Dios en torno a Pentecostés.

El Rocío es una pequeña aldea de unos 1.500 habitantes situada en el municipio de Almonte, en la provincia de Huelva. Linda con el Parque Nacional de Doñana, una maravillosa reserva por la que pasan la mayoría de los peregrinos en sus últimos kilómetros de viaje. En el pueblo, el centro de todas las miradas es la ermita blanca y encalada de El Rocío, donde se venera la imagen de Nuestra Señora mostrando al Niño Jesús a todos los fieles.

El Domingo de Pentecostés la Iglesia Católica celebra la Venida del Espíritu Santo sobre la Virgen y el Colegio Apostólico. “Pentecostés” significa en griego “quincuagésimo” y se refiere a que ocurrió 50 días después de la Resurrección de Cristo. Ahí comienza la acción de la Iglesia hasta el fin de los tiempos.

La madrugada del Domingo al Lunes de Pentecostés, el próximo día 6 de junio, se producirá el tradicional “salto de la reja” para llevar el paso de plata en procesión.

Los Lunes de Pentecostés

El Lunes de Pentecostés es la fiesta de Nuestra Señora del Rocío, una jornada especial para recordar que el Espíritu Santo pudo actuar en la tierra gracias al sí incondicional de la Virgen, que permitió el Nacimiento del Hijo de Dios en sus entrañas. El rocío es la capa de humedad que hace fructificar las semillas en la tierra, y es la metáfora para referirse a la Maternidad Divina de la Virgen.

La ermita del Rocío permanece abierta todo el año pero sin duda en la fecha de la fiesta de la Virgen (que cada año varía) tiene su punto álgido. Miles de peregrinos se ponen en marcha, la mayoría de ellos una semana antes, para recorrer a pie los kilómetros que sean necesarios: a pie, con carretas y a caballo son los más tradicionales. Las Hermandades del Rocío (las hay en los cinco continentes) son las que se encargan de promover la romería.

A la Virgen del Rocío también se la llama “Blanca Paloma”, en referencia a su pureza virginal, “Virgen de las Marismas”, que uno puede ver en Doñana, “Lirio de las Marismas”… La imagen fue hallada por un pastor (o cazador, no se sabe) de Villamanrique de la Condesa en el siglo XV en esa zona que entonces estaba sin cultivar, y por más que quiso llevarla al pueblo de Almonte, situado a tres leguas, se quedó dormido y le desapareció: la Virgen había regresado al punto donde había sido hallada. De ahí que decidieran levantar ahí la ermita que hoy sigue en pie.

De todos modos, los almonteños piden que de vez en cuando la Virgen viaje a su pueblo. Esto ocurrió por última vez en el 19 de agosto de 2019, coincidiendo con “el Rocío chico”, ya que desde 1949 se estableció que la Virgen “bajaría” cada 7 años. Para la ocasión, la Virgen viste de Pastora.

El primer documento acerca de la devoción al Rocío es el “Libro de montería” que mandó escribir el rey Alfonso XI, en el siglo XIV. La romería del Rocío, por su parte, está documentada desde 1653.

Centenario de la Coronación

En 2019 se cumplieron cien años de la Coronación Canónica de la Virgen del Rocío. El religioso, literato y humanista hinojero Juan Francisco Muñoz y Pabón aprovechó su posición social para promover la coronación de la Virgen y esta se produjo el 8 de junio de 1919, fecha en que el cardenal Almaraz le colocó la presea de Reina.

La Corona que luce la Virgen presenta la imagen del Espíritu Santo posándose sobre la Tierra, además de los bustos y atributos de los Doce Apóstoles.

Nuevo traje

Para el centenario, la imagen de Nuestra Señora estrenó traje, manto y corona, como también el Niño, a quien se llama Pastorcito Divino.

El nuevo traje, por su parte, fue elaborado en el taller de bordados de Fernando Calderón, de Jerez de la Frontera (Cádiz). Sobre una base de seda y tisú de plata con más de 2.000 piezas bordadas en oro, se encuentra el escudo del Papa Francisco, el de la casa del Rey Felipe VI, actual monarca de España, el de la Hermandad Matriz, el de Almonte y el de Jerez de la Frontera, que es quien ha costeado el regalo a través de entidades y particulares, desde el ayuntamiento y su hermandad del Rocío hasta el propio maestro bordador.

El conjunto está lleno de contenido teológico. En el corpiño, en un destello, se lee la frase del evangelio “Recibid el Espíritu Santo”. Pueden verse el escudo de San Juan Pablo II, que peregrinó al Rocío en 1993, y la frase “Que todo el mundo sea rociero”, que fue pronunciada desde el balcón del templo y dio la vuelta al mundo. También aparecen ráfagas de sol, atendiendo a la visión de la Virgen que se narra en el Apocalipsis.

Otras curiosidades llenas de piedad y contenido son, por ejemplo, que siguiendo el ribete del manto puede leerse la letra de las sevillanas “La Virgen del Rocío no es obra humana” de Muñoz y Pabón. O que la cita “Recibid el Espíritu Santo” queda justo detrás de la cabeza del Niño Jesús.

Los pabellones y lazos simbolizaban riqueza y prosperidad en la antigua Roma. Aquí, tal como señaló Fernando Calderón, han de interpretarse como riqueza de la fe.

Hay mariposas que son la alegoría del sueño cumplido, y broches de tembladera con piedras preciosas.

Tanto en el manto como en el traje, hay posadas mariposas como alegoría del sueño cumplido. En el caso del vestido, mariposas bordadas en seda, exentas. En el manto, broches de tembladera cuajados de piedras preciosas.

Nueva corona, Corona de Amor

Todo parece poco a los rocieros para la Virgen. En el centenario, también se la embelleció con una nueva corona para Ella y para el Niño. Se la llama ya Corona de Amor y ha sido cincelada en la orfebrería de los Hermanos Delgado de Sevilla.

La Corona de Amor lleva imágenes alusivas a la advocación y a la historia de la devoción rociera. La conforman dos piezas –el canasto como corona de Reina del cielo y la tierra, y el resplandor como luz divina–, y destaca el rojo de los rubíes, color litúrgico de Pentecostés.

El canasto está dividido en ocho caras y ocho pilastras, y contiene pequeñas hornacinas que representan letanías lauretanas. Las pilastras están rematadas por jarras de azucenas, que simbolizan la pureza de la Virgen y como ocurre con el manto, contiene también el escudo de San Juan Pablo II, el de la Hermandad Matriz y el de la Villa de Almonte, en memoria del Patronazgo. Asimismo, aparecen los dogmas de la Virgen María.

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