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La “iglesia más grande del Lejano Oriente” está en el corazón de China

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Vittoria Traverso - publicado el 03/06/19
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La catedral de San Ignacio de Shanghai fue establecida por los jesuitas francesesLa historia de la Iglesia de San Ignacio de Shanghai comienza a principios del siglo XX, cuando la ciudad portuaria china de Shanghai era un próspero centro financiero con una comunidad activa de instituciones financieras extranjeras.

La República de China otorgó a algunos gobiernos extranjeros el derecho de gobernar sobre ciertas partes de la ciudad. Los británicos y estadounidenses tuvieron las llamadas “concesiones” a lo largo del río Huangpu, mientras que a los franceses se les asignó un territorio en el interior de la ciudad.

La “concesión francesa”, Zikawei, estaba compuesta en gran parte por tranquilas calles residenciales pobladas por edificios de apartamentos de estilo renacentista francés y cafés europeos. Ahí es también donde los jesuitas franceses establecieron uno de los centros católicos más importantes del este de Asia.

Los jesuitas comenzaron a enviar representantes de su orden a China desde el siglo XIV, pero fue en el siglo XIX cuando realmente comenzaron a construir una comunidad en el país del Lejano Oriente. En 1842, los jesuitas franceses Claude Gotteland, Benjamin Bruyere y Francois Esteve llegaron a Shanghai y establecieron el primer seminario de la Compañía, formando a un total de 22 seminaristas. En 1848 había 37 jesuitas en Shanghai, involucrados en todo, desde astronomía hasta investigación botánica y educación.

Durante el siglo XX, el distrito Zikawei de Shanghai se convirtió en un enclave católico que alberga muchas de las instituciones culturales dirigidas por jesuitas, incluido un centro de sinología dedicado al estudio de la lengua y la cultura china.

Para atender mejor las necesidades de una población católica en expansión, los jesuitas decidieron construir una catedral en el corazón de Zikawei. El proyecto fue asumido por el arquitecto inglés William Doyle, quien optó por un diseño gótico. La construcción tuvo lugar entre 1906 y 1910.

La iglesia, con forma de cruz latina, presenta una fachada de ladrillo rojo y dos imponentes campanarios de 187 pies. Los interiores siguen el esquema típico de las iglesias góticas, con pilares redondos hechos de piedras talladas en el Monte Jin, en la provincia de Suzhou, y seis grandes rosetones con decoraciones de vitrales que representan diferentes momentos de la vida de Jesús.

Se hicieron a mano un total de 19 altares dentro de la catedral, con el altar principal con una escultura de la Santísima Madre sosteniendo a Jesús. Con una capacidad para más de 2.500 personas, San Ignacio rápidamente fue conocida como la “iglesia más grande en el Lejano Oriente”.

Durante los primeros 50 años de su existencia, la iglesia se convirtió en un lugar de referencia para los católicos extranjeros como para los locales. Pero el comienzo de la Revolución Cultural de Mao, que incluyó la represión de todas las formas de religión organizada, puso fin a los años dorados de San Ignacio.

En 1966, los Guardias Rojos destrozaron la catedral, destruyeron aproximadamente 300 metros de vitrales y apresaron a sacerdotes y monjas. El obispo Aloysius Zhang Jiashu fue arrastrado lejos de San Ignacio y asignado a las rutinas de trabajo forzado. Durante los siguientes 10 años, la “iglesia más grande del lejano oriente” se usó como un almacén de grano de propiedad estatal.

No fue hasta 1978 que San Ignacio finalmente fue restaurada a su antigua gloria, y sus puertas se volvieron a abrir al público. Los esfuerzos para incorporar la cultura china dentro de la espiritualidad católica llevaron a la celebración de la primera misa en chino en 1989, y al trabajo de remodelación para agregar elementos de iconografía china a los vitrales.

Hoy en día, la catedral alberga una de las comunidades católicas más grandes de China, con una capacidad de casi 3.000 personas. Los visitantes son bienvenidos los sábados (entre las 13.00 y las 16.00) y los domingos (entre las 14:00 y las 16:00). Visitar San Ignacio es una manera perfecta de aprender más sobre la comunidad católica establecida en Shanghai y explorar uno de los lugares clave de la encantadora concesión francesa, una prueba del pasado multicultural de la ciudad.

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