No, y los médicos del Hospital pediátrico “Bambino Gesù” de Roma nos explican por qué¿Qué juguetes habría que comprar a un niño en su primer año de vida? Quizás sería mejor reformular la pregunta: ¿el niño en el primer año de vida necesita realmente juguetes?
El cuerpo de los padres
El juego en el primer año pasa a través del contacto con el cuerpo de sus padres. Muchas investigaciones sobre el desarrollo del cerebro, de hecho, están de acuerdo en una idea: tanto las capacidades relacionadas con el movimiento como el desarrollo cognitivo se ven favorecidos por la relación corporal.
En los primeros meses, tener a los niños en contacto con el propio cuerpo, por ejemplo llevándoles con una bandolera o con una mochila portabebé adaptado a la edad, favorece la regulación de las funciones vitales, la reducción del estrés y la comunicación instintiva entre el niño y el padre/madre.
Después de los primeros meses de vida, el cuerpo del progenitor, con la ayuda de un colchón rígido en el suelo en la habitación o el salón, puede convertirse en el gimnasio donde hacer jugar al niño. Trepando, empujando y rodando sobre el cuerpo del progenitor, los niños aprenderán progresivamente nuevas capacidades de movimiento: la postura sentada, el gateo, el ponerse de pie solo.
Oler, tocar, probar…
Además de las competencias motoras, también los sentidos se desarrollan progresivamente durante el primer año. Después de los 4-6 meses, por tanto, los juegos pueden dedicarse al estímulo de la sensorialidad. Al niño de esta edad le encanta tocar, mover, observar, oler, escuchar, probar. Así, el niño aprender a conocerse a sí mismo y al mundo. Los objetos más interesantes y estimulantes para él son justamente los que le rodean en la vida cotidiana.
Una idea útil en esta fase es la preparación del llamado “cesto de los tesoros”. Se toma un cesto, de tela o de esparto, se llena con objetos de la cotidianeidad doméstica, eligiendo materiales, formas y colores diversos: una cuchara de madera, un pincel para el maquillaje, una botella con legumbres, un cepillo de dientes, un rollo de cinta adhesiva….
El niño sentirá curiosidad por los objetos porque tiene que interactuar con ellos en el día a día. La manipulación y el contacto con materiales distintos estimulará el desarrollo de las capacidades motoras y de los sentido. Cuando el niño haya jugado y explorado mucho tiempo estos objetos, se pueden sustituir o mezclar en la cesta objetos nuevos y objetos ya conocidos.
Obviamente, en la fase de preparación, eviten cuidadosamente objetos pequeños que pueden ser muy peligrosos porque el niño los puede inhalar. Y, eligiendo siempre los objetos con cuidado, se puede incluso imaginar una pequeña bolsa de viaje, para entretener al niño cuando se está fuera de casa.
Por Francesca Bevilacqua y Francesco Gesualdo