En la Argentina, una inflación sin techo y una creciente conflictividad social llevaron a que desde el gobierno y varios referentes opositores se proponga un diálogo interpartidario para un acuerdo de diez puntos sobre la Argentina en términos de materia económica.
Para algunos dirigentes es oportunismo en contexto electoral, para otros una manera de excluir otros candidatos, y para otros es una oportunidad real de encuentro y acuerdo sobre un país económicamente inestable. Entre los puntos propuestos por el gobierno para el consenso hay temas de agenda fiscal, independencia del Banco Central, cumplimiento con acreedores internacionales, entre otros.
Más allá de los destinatarios nacionales e internacionales del mensaje, y del contexto electoral, en la Argentina hace años no se escuchaba hablar de diálogo y consenso, términos casi en desuso ante la dominante “grieta”.
El obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal se refirió en declaraciones a la Agencia Télam a este nuevo escenario político de la Argentina y reconoció que frente a “un futuro que se presenta con oscuridad”, “la Iglesia tiene que ser luz de esperanza y colaborar desde su propio lugar para salir delante de esta situación difícil del país”. El Obispo, actualmente de visita ad limina en Roma, expresó que cualquiera que tome el gobierno “va a tener que dialogar con sectores de distinto pensamiento, de distinta historia”.
Pablo VI
En sus declaraciones, monseñor Ojea recordó la encíclica Ecclesiam Suam de san Pablo VI, sobre el mandato de la Iglesia en el mundo contemporáneo. Una carta en la que el sustantivo más mencionado, más allá de la Iglesia, Cristo y Dios es el diálogo. Un diálogo que propone la Iglesia con el mundo, pero que también propone para el mundo. Allí, recordó el Obispo, el Papa refería a cuatro características para que el diálogo sea fructífero, efectivo, que no se transforme en un monólogo o en la escucha del propio discurso sin escuchar lo que está diciendo la otra parte”.
El apartado que mención monseñor Ojea es el desarrollado en el punto 38, en el que Pablo VI se refiere al coloquio como un modo de ejercitar la misión apostólica, “un arte de comunicación espiritual”. Este tipo de diálogo, como recordó en sus declaraciones monseñor Ojea, tiene estas
características:
1) La claridad ante todo: el diálogo supone y exige la inteligibilidad, es un intercambio de pensamiento, es una invitación al ejercicio de las facultades superiores del hombre, escribe Pablo VI.
2) La afabilidad: Como Cristo nos exhortó a aprender de sí mismo, escribe, el diálogo no es orgulloso, no es hiriente, no es ofensivo. “Su autoridad es intrínseca por la verdad que expone, por la caridad que difunde, por el ejemplo que propone; no es un mandato ni una imposición. Es pacífico, evita los modos violentos, es paciente, es generoso”, continúa.
3) La confianza: Una confianza que radique tanto en el valor de la propia palabra como en la disposición para acoger la palabra por parte del interlocutor.
4) Prudencia pedagógica: Un esfuerzo por conocer la sensibilidad del otro y adaptarse razonablemente modificando las formas para no ser molesto e incomprensible.
Dice Pablo VI que cuando “el diálogo se conduce así, se realiza la unión de la verdad con la caridad, de la inteligencia con el amor”.
Hoy celebramos a...