Lejos de ser estériles estos ecosistemas pueden producir electricidad, medicinas…y hasta peces!
Cuando se piensa en América Latina se evoca un territorio de selvas, playas, mucha agua dulce y un verdor que contrasta con el un poco más pálido de Norteamérica y el suave y oscuro de Europa. Nuestro verde es brillante y luminoso, de hecho, es lo primero que nota el viajero que viene por primera vez o que ha pasado una buena temporada lejos de estos parajes.
Pero la variedad de nuestro clima hace que podamos encontrar paisajes tanto desérticos como nevados lo cual nos categoriza como uno de los destinos con mayor atractivo diverso.
Para el 2006, en América Latina y el Caribe había unos 313 millones de hectáreas afectadas por la desertización (250 millones en América del Sur y 63 millones en América Central y México).
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) advierte que el suelo ha sido cultivado a lo largo de milenios por diferentes culturas y civilizaciones. “Los suelos se salinizan, se secan y se vuelven infértiles por la combinación de fenómenos naturales como sequías, inundaciones e incendios forestales”.
Ciertamente, la desertificación amenaza las condiciones de subsistencia básica de mil millones de personas en todo el mundo. El fenómeno podría causar que 135 millones de seres humanos se conviertan en desplazados por motivos ecológicos, en los próximos años.
En lo que respecta a América Latina, también se enfrenta a situaciones difíciles en lo que respecta a la desertificación: “Grandes extensiones de terreno en Colombia y Venezuela se encuentran altamente erosionadas. Las zonas áridas también crecen en República Dominicana, Cuba, Haití y Jamaica, donde se incrementa la escasez de agua”.
Desierto florido (hacer click en galería):
En este cuadro, es auspiciosa la posibilidad de que los desiertos puedan generar riqueza. Diversos trabajos muestran cómo los desiertos avanzan en América Latina y el Caribe, donde cubren ya cinco millones de kilómetros cuadrados, casi una cuarta parte de la región. Y, aunque este fenómeno preocupa, nuevos estudios sugieren que las tierras áridas también pueden ser fuente de riqueza.
El caso es que estos ecosistemas tienen el potencial de producir electricidad por energía solar, permiten cultivar peces y atraer turismo para deportes como los todo-terreno y los rallys. Además, existen indicios de que su fauna y flora contienen armas genéticas contra enfermedades como el cáncer uterino. Y según la Evaluación Mundial de los Desiertos, los ecosistemas de esas áreas también tienen un potencial prometedor en el frente alimentario.
Aunque no se crea, en el cono sur se extiende el desierto no polar más árido de la Tierra. El desierto de Atacama, en el Norte Grande de Chile, cuyas arenas abarcan las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta, Atacama y el norte de la de Coquimbo, y cubre una superficie aproximada de 105 000 km². Además de ser espectacular, se lo considera uno de los mejores sitios del mundo para observar el firmamento.
Desiertos América Latina en imágenes (hace click en galería):
El desierto de Chihuahua es el más extenso de América del norte el cual, con un área de 450.000 Km2 se ubica entre Estados Unidos y México, abarcando también el estado de Coahuila, cuya extensión se conoce como “Zona del Silencio”, una de las dos o tres localidades en el planeta donde se detiene todo lo que tenga que ver con mecanismos radioeléctricos. El efecto es el de un imán al revés. Es un paraíso para los amantes de la meditación. El silencio es tan intenso que hiere al oído.
Otros desiertos famosos por su hermosura son el de la Patagonia en Argentina, el desierto más grande de América y el séptimo en el mundo; el de Siloli en Bolivia, uno de los más áridos del mundo; el oasis habitado por aguas color esmeralda llamado Huacachina en la costa del Perú; Los Médanos de Coro en Venezuela es el desierto más grande en la costa del Caribe donde existen unas 60 especies vegetales y los turistas se divierten ascendiendo y revolcándose por sus laderas de arena dorada, en unos paisajes de postal; y el conocido como Los Lençóis Maranhenses en Brasil, lleno de lagunas de agua dulce formadas por la acumulación del agua de lluvia. Es imposible no enamorarse de este paraíso, donde al atardecer las lagunas se van tiñendo de naranja y reflejándose en las dunas. Además, tenemos el desierto de La Guajira, territorio de la etnia Wayuu y las Dunas de Cabo Polonio en Uruguay llamadas así porque rodean el océano Atlántico las cuales, debido a los vientos, se van moviendo y cada vez son menos.
En el septentrional desierto chileno de Atacama se aprovecha la energía solar. En la norteña provincia argentina de Salta se promociona el turismo. Y en una región del estado de Chihuahua (norte de México), los arbustos desérticos permiten alejar del peligro de extinción a un tipo de roedores llamados perros llaneros o de pradera (Cynomys ludovicianus).
En lugares áridos del estado mexicano de Sonora emerge agua pura que permite cultivar granos de buena calidad.
“No todos los cambios (generados por la desertización) tienen que ser necesariamente dañinos. Algunos pueden tener beneficios concretos para los pueblos indígenas y otros habitantes de los desiertos, e inclusive para el mundo entero”, ha señalado la Evaluación Mundial de los Desiertos, elaborada por el Pnuma.
Según el estudio, elaborado con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente “los desiertos se podrían convertir en la fuente de electricidad libre de carbón para las viviendas del siglo XXI”.
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