El cardenal Piacenza razona que, con la necesidad que tiene el mundo de curación, la mejor solución es el sacramentoEl sacramento de la reconciliación es “la mayor contribución que puede hacerse a la ecología humana”, afirmó a finales de marzo el cardenal Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor de la Penitenciaría Apostólica de la Santa Sede.
El cardenal habló durante una conferencia introductoria del 30.º curso anual para confesores de todo el mundo, celebrado del 25 al 29 de marzo este mismo año 2019 en la Penitenciaría Apostólica en Roma.
El mundo, según señaló el cardenal, necesita purificación. En los últimos años, la televisión e Internet han conducido a una “amplificación del mal a través de los medios”. Aunque los medios de comunicación pueden usarse para evangelizar, a menudo “se usan para el mal y no para el bien”, lamentó Piacenza.
Frente a esta omnipresencia del mal, todos los creyentes necesitan el sacramento de la reconciliación, concluyó el cardenal italiano. Si “ustedes quieren ser sacerdotes modernos y ecologistas, pasen más tiempo en el confesionario”, afirmó. Porque el sacramento de la reconciliación es “la mayor contribución que puede hacerse a la ecología humana (…) y a la ecología del mundo”.
Ante el misterio del mal, las personas de hoy día hablan de “error” en vez de “pecado”, expresó el cardenal Piacenza. De este modo, “la persona se atribuye a sí misma la responsabilidad de sus propios actos negativos, excluyendo la existencia del pecado original” y sus consecuencias negativas. Al apartarse de “la presencia y la ayuda de Dios”, el hombre contemporáneo se condena a sí mismo a una “soledad dramática”. Sin embargo, el cristianismo es la única respuesta al misterio del mal, insistió el cardenal.
Con el fin de ofrecer una formación integral a confesores de todo el mundo, el papa Juan Pablo II creó este curso anual en 1989. La Penitenciaría Apostólica, el dicasterio más antiguo de la Curia romana, se creó como respuesta al siempre creciente número de peregrinos que viajan a Roma para obtener el perdón de sus pecados y, especialmente, de aquellos para los que únicamente el Pontífice Supremo podría dar absolución.