En el siglo VI, san Benito, el padre de la vida monástica occidental, formuló una regla específica para su monjes. En el documento, él aconseja a los religiosos hacer oraciones cortas:
Eso no significa que lo monjes no debieran rezar durante largos periodos de tiempo.
Según el comentario de un benedictino:
Pureza de corazón
San Benito quería que sus monjes rezaran con sus corazones, no para llamar la atención de los demás.
Como él escribió en la misma Regla, "debemos saber que Dios considera nuestra pureza de corazón y lágrimas de compunción, no nuestras muchas palabras".
En ese sentido, la Regla de san Benito no se aplica solo a las oraciones hechas en público, sino también a nuestras oraciones particulares, dichas en la comodidad de nuestra propia casa. La oración no debe enfocarse en la duración, sino en el corazón.
Dios quiere oír las oraciones que vienen de lo más profundo de nuestros corazones. Cuando hacemos eso, nosotros lo invitamos a entrar en nuestras vidas y Le permitimos sondear nuestras heridas más profundas.
Él es el "Médico Divino" y puede curarnos cuando Le abrimos nuestros corazones.
Por lo tanto, vamos a tomar el consejo de san Benito y centrar nuestra oración en la autenticidad y no en la cantidad de palabras.