Monseñor Moussa presidió la celebración con las pocas familias cristianas que han vuelto a la ciudad
Con él, sólo unas quince familias cristianas, las únicas que han vuelto por ahora a la ciudad después de la persecución del Estado Islámico. “Construir puentes de fraternidad, demolir muros y sembrar esperanza”. Por aquí pasa la nueva vida de Mosul y el renacimiento de Iraq.
“No tengan miedo, tengan el valor de ser cristianos. Nuestra misión es dar testimonio de Cristo. Este es el mensaje que queremos transmitir a nuestros hermanos de otras creencias y a toda la población iraquí”.
En estas palabras se condensa el anuncio pascual que llega desde Mosul, capital de la provincia de Nínive. Lo lanza su arzobispo caldeo, el dominico Michaeel Najeeb Moussa, que desde enero de este año preside la diócesis de Mosul-Akra.
El tiempo del miedo
Parecen lejanos los días de la conquista, en junio de 2014, de la segunda ciudad iraquí y de gran parte de la provincia septentrional de Nínive por parte de los milicianos yihadistas del Estado islámico (ISIS).
Las banderas negras de Daesh habían llegado hasta el corazón de Mosul, y desde allí, desde la mezquita Al Nuri, Abu Bakr al-Baghdadi, proclamó el califato. Era el 29 de junio de 2014. Después empezaba la conquista de los pueblos cristianos de la Llanura de Nínive, la expulsión y la persecución violenta de sus habitantes.
Entre las decenas de miles de cristianos en fuga se encontraba también mons. Najeeb Moussa, nativo de Mosul. A él se debe la puesta a salvo de unos 1300 manuscritos antiguos y la fundación del Oriental Manuscript Digital Center, creada para conservar la cultura cristiana de Iraq.
Después de cinco años, el padre dominico volvió a Mosul, ciudad mártir reconquistada, como arzobispo caldeo para celebrar la Pascua. Las iglesias, usadas como prisiones por el Califato, vuelven a abrir lentamente sus puertas. Profanadas, destruidas, incendiadas, todas necesitadas de reconstrucción. Como el resto de la ciudad.
Y como la iglesia de san Pablo, donde, dice al SIR, “reposan los restos de nuestro obispo mártir mons. Paulos Faraj Rahho, raptado y asesinado por los yihadistas en 2008 en Mosul. Este es el único lugar de culto que hemos logrado poner en pie y donde es posible decir misa”.
El tiempo del valor
“Que sea una Pascua de Resurrección y de renacimiento – reza el arzobispo –. Espero que el pueblo de Mosul y todos los fieles de la Llanura de Nínive se pongan en camino para comenzar una nueva vida. Celebrar aquí esta primera Pascua es significativo. La situación sigue siendo difícil: la mayor parte de los fieles aún no ha vuelto a sus hogares”.
Las cifras, de hecho, muestran que menos de la mitad de las familias cristianas ha vuelto a la Llanura de Nínive, sobre un total de poco más de 41.000 personas. “En Mosul la situación es aún más delicada y no segura del todo, a causa de la presencia de terroristas de Daesh. Muchas familias cristianas quieren volver, pero por el momento solo lo han hecho unas quince. Mi Pascua es con ellos”.
No importa el número
“Es el signo del renacimiento – subraya mons. Najeeb Moussa – volvemos a emprender el camino con este pequeño rebaño”.
Es importante vivir de manera firme nuestra fe, que nunca hemos abandonado, a pesar de la violencia, la persecución y las injusticias sufridas por el Daesh. Nosotros igual que los fieles de otras religiones y etnias. Todo esto no nos ha impedido vivir la fe hoy más fuerte que antes. Se ha reforzado con la adversidad”.
“La Resurrección de Jesús nos impulsa a no tener miedo, a mostrar el valor de ser testigos de Cristo. Esta es la misión que nos espera y el mensaje que transmitir a nuestros hermanos iraquíes. A ellos les decimos que los cristianos son hombres y mujeres de alegría, de esperanza, de caridad. La alegría que el Señor nos ha dado, muriendo y resucitando por nosotros, no debemos desperdiciarla”.
Pero, advierte el arzobispo caldeo, “no habrá futuro para los cristianos en Iraq sin justicia. Es el llamamiento que dirigimos también al gobierno: aplicar la justicia y garantizar los derechos a todos los ciudadanos, sin diferencias de religión y etnia. Se habla de ciudadanía y nosotros los cristianos a pleno título, como todos los demás.
Cada uno en el respeto de la fe del otro, debemos comportarnos como hermanos en humanidad. Es el sentido del mensaje que el Papa Francisco está lanzando a todo el mundo, vivir la solidaridad humana. Esta es la prioridad. La fe se ha convertido en un valor añadido que alimenta la humanidad y la solidaridad. Construir puentes de fraternidad, demolir muros y sembrar esperanza”. Pasa también por aquí la nueva vida de Mosul y el renacimiento de Iraq.
Por Daniele Rocchi. Artículo original de la Agencia SIR