A partir del segundo año de vida, el juego se transforma y los niños empiezan a “hacer como si”: es el comienzo del llamado juego simbólico. Pero el juego simbólico no es solo un juego. Se trata de una experiencia fundamental para el desarrollo cognitivo, social y afectivo de todos los niños.
Durante el juego simbólico, el niño se encuentra en una condición especial: puede explorar el mundo de la fantasía, puede confrontarse con un número infinito de situaciones y, de esta manera, ampliar su campo de acción más allá del mundo que lo rodea. Cada día, el niño podrá decidir nuevas aventuras, nuevos encuentros, nuevos retos.
Y a través de estas experiencias, podrá entrar en contacto con sus propias emociones y sus propios recursos. Aprenderá así a conocerse, a expresar sus propias potencialidades en una situación protegida, porque en el juego simbólico el niño puede siempre decidir cómo va a terminar. El juego se convierte así en un gimnasio de vida, pero también un lugar especial para la comunicación y el intercambio afectivo entre el niño y los adultos que cuidan de él.
¿Cómo se desarrolla el juego simbólico?
Juego imitativo
Entre los 12 y los 18 meses, los niños empiezan a imitar pequeñas acciones que ven a su alrededor: acunar, dar de comer, dormir, beber. Hacen falta un adulto y objetos reales para utilizar.