La hidrovía Paraguay-Paraná, una alternativa a una preocupación histórica del país sudamericano, pero no exenta de riesgos ambientales.
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María José. Así se llamó el barco de carga –perteneciente a una empresa paraguaya- que llegó a Puerto Jennefer –extremo oriental Santa Cruz de la Sierra (Bolivia)- para llevar mercadería boliviana a través del sistema fluvial del canal Tamengo, frontera con Brasil.
Desde Bolivia este hecho, que ocurrió el pasado 3 de abril, ha sido considerado como un “día histórico” y se ha posicionado como alternativa para la tan ansiada salida al mar, pero por el Océano Atlántico.
Al menos así se pronunció el gerente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Gary Rodríguez, quien en declaraciones reproducidas por BBC Mundo asegura que este hecho “demuestra la viabilidad” del sistema fluvial en cuestión que tiene su desenlace e incidencia en la hidrovía Paraguay-Paraná.
Para Rodríguez, la proyección a nivel de las autoridades –prosigue BBC Mundo- “es que en dos o tres años (2021), al menos el 50% de la carga boliviana que pasa por terminales chilenas se desvíe allí”.
La alternativa manejada por Bolivia no es nueva y desde hace décadas se la ha estado siguiendo como posibilidad. Pero luego del fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) con respecto a que Chile no está obligado a negociar un acceso al océano Pacífico, el tema del Atlántico tomó más fuerza y se fue consolidando.
Debido a todo esto, una ruta que en principio estaba abandonada ha empezado a cobrar protagonismo y eleva las expectativas en cuanto al comercio exterior.
¿Riesgos ambientales?
La propuesta de Bolivia y su proyecto de salida al mar por el Atlántico, además de detractores que critican la idea por tema tiempos y costos, no ha estado exenta de polémicas con respecto a los temas medioambientales.
Por ejemplo, hay grupos ambientalistas que cuestionan el impacto que tendrá esta propuesta sobre los ecosistemas tanto a nivel de ríos como alrededores.
Uno de los aspectos más conflictivos de la ruta es lo que tiene que ver con la eliminación de los denominados meandros (curvas pronunciadas establecidas por los cursos del río), al igual que todo lo vinculado al ensanchamiento a través de la eliminación de vegetación, además de la colocación de señalizaciones, dinamitar islas, dragados entre otras cosas.
Las interrogantes prosiguen –también se suma lo que tiene que ver con los costos, distancias y qué hacer ante períodos de sequía o inundaciones- y lo único que hacen es generar alerta y seguimiento a un tema que si bien le ha quitado el sueño desde hace años al país sudamericano, tampoco tendría que producirse a cualquier costo, más allá de los loables intereses expuestos.
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