La verdadera evangelización empieza con este primer anuncio que es como un aperitivo que abre el apetito para saber más de Jesús
La palabra Kerygma es un sustantivo, derivado del verbo griego keryssein, que significa ‘anuncio’; indicaba o indica una noticia de carácter público y generalmente vinculante.
El Kerygma era una noticia llevada por un heraldo, es decir, por un emisario o mensajero.
La palabra Kerygma, en el ámbito eclesial, pasó a hacer referencia al primer anuncio o a la primera predicación.
El apóstol san Pablo, el heraldo y misionero por excelencia, hace ver la importancia de la predicación para que la gente conozca a Jesús, crea en Él, lo siga y se salve (Rm 10, 14).
Es que “la fe nace de una predicación” (Rm 10, 17; 1 Cor 9, 16).
Un inicio
El Kerygma es, en el pleno sentido de la palabra, el primer momento de la obra evangelizadora; siempre será el punto de arranque, el punto fundamental.
El Kerygma es, en un primer momento, el anuncio que hicieron los apóstoles de la Buena Nueva a los judíos y a los paganos después de la ascensión del Señor.
Este anuncio no es un simple resumen histórico de un evento ya sucedido; es mucho más, es descubrir o poner en evidencia el mensaje de salvación que contiene.
El Kerygma, con su matiz de alegre anuncio, es el mensaje cristiano, cuyo objetivo principal es suscitar la fe y la conversión.
El Kerygma es como un anuncio que despierta la curiosidad o como un aperitivo que abre el apetito para saber más de Jesús.
Creer y cambiar
Por esto quienes escuchan el Kerygma no pueden quedar indiferentes, son invitados a convertirse y a creer.
Todos los que seguimos a Jesucristo, profundizando su mensaje, hemos debido necesariamente haber comenzado por escuchar el primer anuncio de la fe, el Kerygma.
En ese momento se nos abrieron los oídos y el entendimiento para conocer a Jesús y recibir su mensaje.
El Kerygma es, pues, el punto de partida para ahondar en los misterios de Dios en relación con el ser humano.
Lo que viene después
El Kerygma es, en consecuencia, una noticia, no una teoría. La ‘teoría’ vendrá después con la consecuente y necesaria ‘práctica’.
Sin kerigma no puede haber catequesis (la profundización del contenido del Kerygma) ni sacramentos (celebración festiva de la salvación ofrecida por Jesucristo) ni vida moral ni comunitaria… etc.
Es decir, toda la doctrina teológica es ampliación, explicación y profundización de lo primero que escucha una persona que ignora todo de Dios o está apartada de Él.
Por pasos
La teología o la doctrina es, por supuesto, relevante. Pero no para alguien que primero tiene que escuchar el Kerygma, para luego recibir la catequesis y preparación para la recepción de los sacramentos de la iniciación cristiana.
De lo contrario, es como, por ejemplo, enseñarle teóricamente a nadar a alguien que no conoce el agua.
No tiene, pues, sentido hablar de la fe, dar catequesis, hacer teología, si no existe la fe inicial suscitada con el Kerygma.
Esto ya se ve en la Iglesia primitiva cuando se distinguían dos momentos clave: el Kerygma (el anuncio) y la Didaché (la enseñanza o ampliación de la fe).
Ejemplos de primer anuncio
Ejemplo de Kerigma es lo que le dice Jesús a la mujer cananea (Mt 15) o a la mujer samaritana (Jn 4).
Otros ejemplos de formulaciones breves de Kerygma están presentes sobre todo en el libro de los Hechos de los apóstoles (Hch 2, 3, 5, 10, 13) en el cual se vislumbra el ardiente deseo de difundir la buena noticia de la salvación en Cristo.
El gran Kerygma
¿Pero cuál es por antonomasia el Kerygma o ese anuncio o noticia que ofrece la Iglesia desde sus orígenes?
Que Jesús de Nazaret murió por nosotros, resucitó y fue exaltado a la derecha de Dios Padre como Señor y Cristo.
Esta afirmación, haciendo énfasis en la resurrección del Señor, no es sólo la base de la fe cristiana sino el centro de la misma.
Jesús es a la vez heraldo de Dios y, al ser su palabra encarnada, es su propio Kerygma.
Ese primer anuncio es lo que les dijo san Pablo a los judíos:
“Sepa entonces con seguridad toda la gente de Israel, que Dios ha hecho Señor y Cristo a este Jesús a quien ustedes crucificaron”.
Hch 2, 36
Aquí san Pablo implícitamente dice que el Señor Jesús y Cristo vive, ha resucitado; y que esta noticia es fundamental para el cristianismo por muchos motivos.
Y en este sentido san Pablo afirma que si Jesús no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe, vano sería todo, nada tendría sentido, nada, eclesialmente hablando, existiría (1 Cor 15, 14).
Pablo, además, en el areópago dijo:
“Ciudadanos de Atenas, veo que ustedes son personas sumamente religiosas. Mientras yo recorría la ciudad contemplando sus monumentos sagrados, he encontrado un altar con esta inscripción: ‘Al Dios desconocido’. Pues bien, lo que ustedes adoran sin conocer, es lo que yo vengo a anunciarles…Tiene (Dios) ya fijado un día en que juzgará a todo el mundo con justicia, valiéndose de un hombre que ha designado, y al que todos pueden creer, pues Él lo ha resucitado de entre los muertos”.
Hch 17, 22-23; 31