Gemma Pedrini tiene 24 años, es una mujer agradecida y una músico de talento. ¿Su sueño? Tocar para el Papa FranciscoGemma Pedrini es una violonchelista de 24 años a la que le gusta la música, el deporte, la vida. Es casi ciega de nacimiento, pero esto no le ha impedido realizar sus sueños y convertirse en una excelente concertista (¡a los 18 años tocó en un concierto por el 85° cumpleaños de Ennio Morricone!), gracias también al amor y al apoyo de sus padres.
Pero Gemma ha sido también campeona de esquí: en 2011 ganó la medalla de bronce en la Copa del mundo de Sestriere. Aun hoy le encanta practicar deporte, sobre todo esquiar y canoa, pero la música le robó la mente y el corazón, porque al tocar siente que da a los demás un poco del amor que ha recibido.
Sueña con tocar para el Papa
Hoy trabaja y estudia para licenciarse en Musicología y Bienes culturales en la Universidad de Pavía, con una tesis sobre la accesibilidad de algunos programas de edición musical para usuarios invidentes. En una entrevista en la revista italiana Credere cuenta que sueña con tocar para elPapa.
“Me gusta mucho cómo Francisco es cercano a las personas y cómo intenta tener empatía con todos, dando él el primer paso. Ya habría querido tocar ante Juan Pablo II… Espero que con Bergoglio mi deseo pueda cumplirse” (Ibidem).
“La fe me ayuda mucho”
Su madre, Mara, y su padre, Roberto, siempre la han querido, apoyado y alentado, enseñándole a confiar en sí misma porque lamentarse nunca es la respuesta, ni siquiera en los momentos difíciles.
“Mis padres, Mara y Roberto, siempre me han animado, y en los momentos de dificultad fueron fundamentales. En la escuela tuve una dura experiencia de bullying, pero me alentaron a no hacer caso a quien me ridiculizaba. Me decían: “tu no eres lo que dice tus compañeros”. Me hicieron entrar en contacto con muchas personas, haciéndome cultivar la confianza en mí misma. Hoy a los chicos les digo que no se dejen aplastar por el bullying porque los perdedores, a largo plazo, son los prepotentes. En esa fase difícil de mi vida la música era mi compañera y me permitía desahogar la tristeza y los sentimientos negativos. Y después está la fe, que me ayuda mucho: tuve un apoyo terreno y uno ultraterreno” (Ibidem)
Trabajo con grandes artistas
En 2013, con sólo 18 años, tocó para el cumpleaños de Ennio Morricone, interpretando La Misión ante el maestro, podemos imaginar la satisfacción y la emoción que sintió. En 2012 fue a Sanremo con Eugenio Finardi, y ha colaborado con Franco Battiato, Antonella Ruggero, Ron y muchos otros artistas. Lo que era un límite, la capacidad visual, se ha convertido para Gemma en un punto fuerte porque aprendió…
«(…) que no hay que tomarlo a pecho, y que un poco de ironía siempre ayuda. También, añado, hace falta prudencia: que no significa apuntar bajo o contentarse con lo fácil, sino poner en la balanza posibilidades y objetivos, para intentar alcanzarlos con serenidad” (Credere).
Con la música logro devolver el bien que he recibido
Con los años ha cambiado su relación con la música: de adolescente representaba un desahogo, un “lugar” donde refugiarse y recargar baterías; hoy es en cambio pura alegría:
“El mejor regalo es cuando uno de dice que mi música le ha aliviado el sufrimiento. Son momentos en los que yo también logro devolver el bien recibido, y esto me hace feliz(…) Me concentro, entro en completa sintonía con el instrumento y me siento en paz. De adolescente la música era mi desahogo, un antidepresivo. Hoy es una buena porción de felicidad” (Ibidem).
Sus puntos fuertes
Escuchar, respetar, agradecer, disfrutar de las pequeñas cosas, no desperdiciar el bien, captar en el otro lo bello. Esto es todo lo que Gemma quiere encarnar cada día: ¡una sinfonía bellísima vivir en cristiano!
“El respeto y la escucha a los demás son esenciales. Y también comprendo que los días hay que afrontarlos con tenacidad y positividad: hay que aprovechar las pequeñas ocasiones, tomando lo bueno de cada una. Por ejemplo, por la calle me encuentro a mucha gente que se ofrece a ayudarme a atravesar la calzada: a menudo de allí nace también una conversación amistosa” (Credere)
Los abuelos me transmitieron la fe: yo era monaguilla
Gemma, de niña, fue monaguilla. La fe la ha “respirado” en familia, sobre todo gracias a los abuelos.
“Fueron ellos los que me dieron a conocer la fe, recomendándonos a mi y a mi hermana Aurora ir a misa y rezar el Rosario. Llevo en el corazón las enseñanzas que me han transmitido de niña. Hoy doy gracias también por las cosas buenas que me suceden, empezando por estar en el mundo. Nací con solo 23 semanas, doy gracias a Dios y a la vida por cómo ha ido todo” (Ibidem)
Palabras llenas de gratitud, que nos recuerdan, como decía Chesterton, que la medida de toda felicidad es el reconocimiento.