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Me gusta pasar del desierto a la montaña. Subir de golpe de la sequedad del desierto a la frescura de los árboles y arbustos del monte.
Me gusta subir a lo alto de una montaña. No me quedo en el llano. Hago el esfuerzo. Veo cómo se van quedando atrás las piedras y los desniveles.
Camino rápido al comienzo, con el paso del tiempo mi ritmo es más tranquilo. Lucho hasta el extremo en un último paso, en una piedra más, vierto una gota más de sudor.
Lo hago lentamente o con grandes zancadas. Lo importante es dejar la falda de la montaña y tocar la cima después de muchos pasos. Piedras, arbustos, tierra. El sol quemando mi rostro. La dureza de la montaña.
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No es tan fácil llegar a la cima. A veces dudo y prefiero quedarme atrás, antes de aventurarme más allá de lo conocido.
La importancia del esfuerzo
Me gusta el valle. Es más cómodo. Pero allí la vida tiene mucho de rutina. Me da miedo caer en lo que describe José Luis Martín Descalzo:
“Muchos iniciaron su juventud llenos de sueños, proyectos, de planes, de metas que tenían que conquistar.
Pero pronto vinieron los primeros fracasos o descubrieron que la cuesta de la vida plena es empinada, que la mayoría estaba tranquila en su mediocridad y decidieron balar con los corderos”.
José Luis Martín Descalzo, Razones para vivir
Me puedo conformar con el valle, donde nada es tan costoso. Pensar en subir la montaña me abruma. Demasiado esfuerzo. ¿Merece la pena?
¿Merece la pena luchar por los ideales, aspirar a las altas cumbres, tener ante mis ojos el ideal que inflama mi alma?
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¿Cómo lo hizo Jesús?
A Jesús le gustaban los montes.
Comenta el padre José Kentenich:
“El (Señor) prefirió los montes para retirarse del bullicio del mundo, de los hombres, y elevarse.
Mateo, él suele destacar de manera especial el fuerte vínculo que unía al Señor con los montes.
Cuando ha de esbozar el comienzo de su vida pública y el final, describe siempre al Señor sobre el monte.
Él gira particularmente en torno al Monte de los Olivos como preparación a Jerusalén, al Gólgota.
Por eso debemos ir primero al Monte de los Olivos, a Getsemaní, y luego ascender con el Señor a la Cruz y después hasta la Transfiguración. Desde allí se eleva también el Señor al cielo”.
J. Kentenich, Conferencias de Sión
Toda la vida de Jesús fue buscar montes. Desde donde predicar. Desde donde dejarse transfigurar por la luz de Dios. Montes en los que poder preparar el corazón para la cruz.
Buscaba el silencio lejos del valle. Deseaba el encuentro con su Padre.
Necesito ascender
Yo necesito salir de los valles de mi rutina. De los valles de mi mediocridad y desidia. De los valles en los que los problemas parecen sin respuesta. De los valles en los que el ruido y la presión agotan mis fuerzas.
Necesito apartarme del ruido y subir al monte. Escalar las montañas de los ideales. Buscar la soledad de la montaña para ver a Dios.
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Desde lo alto del monte los problemas son pequeños y la mirada se ensancha. El horizonte enamora. Me gusta subir al monte. ¿Cuáles son los montes que me gusta escalar? Me renuevo en mis ideales. Vuelvo a creer.