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Camila Rolón: La hermana pobre de san José

CAMILA ROLON

camilarolon.com.ar

Esteban Pittaro - publicado el 19/03/19

Una mujer emprendedora que tenía plena confianza en san José... ¡y en los necesitados!

De su vida, pareciera que con el patrocinio de san José nada es imposible. La Venerable Camila Rolón (1842-1913), fundadora de las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José, no tenía más que celo apostólico. Y en apenas 31 años inauguró 39 casas de bien, entre asilos, hospitales, colegios y casas. Ella sabía que si se trabajaba en favor de los pobres el Señor ayudaría. Que con el patrocinio de san José, nada faltaría.

Mujer de paciencia, dulzura y caridad, esta mujer que habría de entregarse a los pobres, en particular niños huérfanos y enfermos y ancianos, había nacido en San Isidro, donde fue educada y fue creciendo en la fe en un hogar austero.

Cuando su familia hubo de mudarse a la ciudad de Buenos Aires, continuó su camino de fe en la tradicional basílica de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, donde pasaba largo tiempo y fue descubriendo su amor a san José.

Servía a familia y parroquia por igual, y se destacó en la caridad cuando las epidemias de cólera y fiebre amarilla azotaron Buenos Aires.

Esta segunda se llevó incluso a su hermano y a su padre espiritual, quien había sido dejado abandonado por la familia ante el temor por el contagio.

No encontró su lugar en la vida monástica, e incluso enfermó al ingresar al Carmelo, en el que estuvo menos de un mes. Convaleciente durante largos meses, igual sentía el llamado de Dios a entregarse a él.

Postrada, dijo a su confesor que su pensamiento era “fundar unas hermanas”. Enferma y sin nada, hasta sabía el nombre que pondría a la congregación: Hermanas Pobres de San José.

Aún enferma, se trasladó al campo, en Capilla del Señor, para colaborar con un sacerdote amigo en la vida parroquial. Su sueño no se apagaba, por el contrario, cobraba fuerzas.

Por aquellos años, los obispos buscaban convocar congregaciones femeninas europeas para acompañar el apostolado de las Pampas.

Pero ¿por qué no apoyar el anhelo de Camila? El director del Santuario de Luján y el entonces arzobispo de Buenos Aires, aun pese a que Camila nada tenía más que una frágil salud, confiaron en ella. Su confianza en la Providencia Divina los convenció.

Con dos amigas convirtió en una semana una vieja casa de Mercedes en su primera fundación, un asilo de San José. En un mes, de 11 niñas, llegan a 30.

Al año, en marzo de 1881, con tres hermanas, tomaría los hábitos. A los pocos años, conocería a uno de los grandes benefactores de la Iglesia Argentina, León Gallardo, con cuyo impulso la obra de las Hermanas alcanzaría horizontes inimaginables.

Aunque los gozos, como es habitual, son acompañados de tribulaciones, las Hermanas crecían año a año, y pronto llegaron casa en Uruguay y hasta en Roma, donde las hermanas se dedicarían a acoger mujeres salidas de prisión.

La Madre Camila, ya superiora de una congregación, se convertía en la primera superiora de una fundación argentina en partir a la misión en Europa.

En la Ciudad eterna, recibió la cercanía de san Pío X. Pero las dudas y vaivenes de la burocracia la tenían a mal traer con la aprobación definitiva de la congregación.

En ocasiones, acarreaban las necesidades, pero su fe sostenía a sus hijas: “¡Nada de mundo, hijas mías! Dejemos de pensar tanto en estas negros cuerpos viejos y apestados. Con un poco de generosidad ve­réis como los pobres nos ayudan, aunque sea arreándolos como carneros viejos. Pongamos los ojos en nuestro buen Dios y de Él esperemos toda fortaleza”.

La muerte la encontró en Roma, a la que había regresado tras una nueva estancia en la Argentina. Su funeral confirmó la fama de santidad que había ido despertando con su testimonio de fe, esperanza y caridad. Incluso en la Ciudad Eterna.

Sus restos fueron repatriados con inédito reconocimiento popular, ya que previo a su destino final pasaron por la catedral de Buenos Aires, donde por primera vez, y ante una gran concurrencia, se velaba a una mujer.

Hoy descansan en la casa matriz de Muñiz, maravilloso refugio de la vorágine del Gran Buenos Aires, en una bellísima capilla, junto al altar, a los pies de san José.

Si se confirma el milagro acontecido por su intervención pendiente de aprobación en Roma, podría ser la primera beata de las periferias bonaerenses. Las incontables gracias concedidas hacen que muchos la quieran ya como una santa.

Inspiró santidad

La Madre Camilia inspiró a sus hijas para que sean, como se las conoce, Josefinas: “Como José, disponibles ante el misterio, reveladoras y comunicadoras del amor, valoradoras del trabajo como expresión de amor, capaces de contacto hondo y silencioso con Dios y con los hombres”.

Una de ellas, una josefina italiana, ya se encuentra en vías de beatificación. Se trata de la sierva de Dios María Bernardetta de la Inmaculada (1921-2001), más conocida como Madre Bernardita, quien se desempeñó tanto en su país como en Estados Unidos y la Argentina, ayudando particularmente en la formación de seminaristas y sacerdotes, incluso con los jesuitas cuando el padre Jorge Bergoglio era su responsable en el Colegio Máximo de San Miguel.

Con el actual pontífice tuvo una afectuosa relación, que siguió cuando éste fue designado obispo para Buenos Aires.

La providencia quiso que la madre Camila haya puesto el más firme de sus pies allí en Muñiz, de la localidad de San Miguel, muy cerca de donde el papa Francisco pasó gran parte de sus años como jesuita, donde la Madre Bernardita llegó a trabar una gran amistad con él.

Para conocer más de esta pobre hija de San José, visitar:
http://www.camilarolon.com.ar

Tags:
santos
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