Si alguien nos ha dado muestra de lo que es la dignidad del trabajo son ellos, los adultos mayores“Ash, qué ansias con estos ciudadanos de cuarta, decrépitos y lentos como tortugas. Gente como esa ya no debería de estar aquí. Solo le roban oxígeno al mundo y a mí, mi tiempo. ¡Qué lentitud! Ya, que solo hago su trabajo y deje de hablar. ¡Qué fastidio!”
Esto fue lo que escuché decir al chico delante de mi mientras ambos hacíamos fila en el súper para pagar nuestras compras. El joven estaba verdaderamente contrariado. Yo no atinaba a entender el porqué de su molestia hasta que la fila caminó.
El joven arrogante y prepotente estaba fastidiado por la lentitud y la afabilidad del viejo Roy, un hombre de más de 70 años que en ese momento estaba atendiendo la caja 4.
Debo confesar que los ancianos son mi talón de Aquiles y ese cuadro en particular me hizo voltear al chico para decirle a los ojos con voz firme, pero fuerte y educada: “¡Qué triste y vergonzosa es tu actitud! Como te ves, él se vio. Como lo ves, te verás”
Seguro tú piensas como yo que el ver personas como Roy, trabajar por o sin necesidad económica son una fuente de inspiración. El ver la entrega con la que dan es un motivo para que tú y yo crezcamos en paciencia, quizá porque sus movimientos son más lentos que los nuestros; en tolerancia porque comprendemos que no puedan ir al ritmo de un joven, y de compasión porque nos inspira mucha ternura su humanidad que, a pesar de ya estar cansada, no se rinde. Son una escuela de alegría, tenacidad, fortaleza, perseverancia, amor por la vida…
También nos enseñan a valorar y a apreciar lo que es tener un trabajo.
La siguiente vez que te topes con un Roy, simplemente obsérvalo e imagina lo que hay detrás de ese cuerpo cansado que aún desea servir al mundo por medio de su trabajo. Asómbrate, maravíllate de esa vida llena de historia, cargada de tristezas, recuerdos, añoranzas, risas… de enseñanzas.
Cuántas veces se habrían querido dar por vencidos, sin embargo, aquí siguen, trabajando para hacerse útiles, para sentir que aún sirven, ¡con vida!
A una edad en que lo que les corresponde es disfrutar plenamente de la vida sin necesidad de fatigarse ellos eligen seguir sirviendo. Tú y yo no podemos menos que aprenderles, abrazar historia, sonreírles y con la mirada puesta en su corazón decirles, ¡gracias por seguir aquí!
Sí, gracias por seguir aquí dando ejemplo de vigor, de que la vida vale la pena seguir siendo vivida no importando los años que tengamos.