Si miras bien tu historia ves que Dios te ama con locuraMiro a Dios que me quiere con locura y me recuerda que no me va a dejar nunca. Esa confianza es la que me salva. No tengo que vender mi alma para conseguir lo que deseo. Dios conduce mis pasos. Lo que sucede es que me olvido de mi historia de alianza.
Dios me ha elegido, me ha llamado, me ha ido a buscar y nunca me ha dejado solo. Tal vez sólo tengo que vivir con más libertad interior en el presente sin desear lo que no me da la felicidad.
En ocasiones me tientan poderes y bienes que no me harán feliz ni pleno. Y en medio de mi vida creo que son los bienes más importantes que deseo.
Pero no lo son. Si tomo distancia, si me alejo un poco, si subo a lo alto de la montaña, dejan de ser tan relevantes. No me atraen tanto esos deseos.
Dice la Biblia: “Nadie que cree en Él quedará defraudado”. Miro mi camino. Dios me hará salir del desierto. O mejor, convertirá mi desierto en jardín. Hará que florezca mi alma. Calmará mi sed por dentro. Y me dará la paz que necesito. Esa es la certeza con la que vivo la Cuaresma.
A veces me agobio pensando en este tiempo. Como unas semanas en las que la renuncia está en primer plano. Pero no es lo central, me equivoco.
Quiero cultivar en estos días el anhelo de una vida más plena. Más llena. Más de Dios. Quiero que el desierto de mi alma, donde reina a menudo el caos y el vacío, se vista de cielo y de jardín. Quiero que mis deseos inconsistentes queden al margen del camino.
Porque con frecuencia no me hace feliz la mera satisfacción de mis deseos. Miro fuera de mí. Al prójimo.
Miro a Dios en mi historia que es siempre fiel. Él nunca renuncia a mí, me busca, me sigue. Cuenta conmigo. Quiere que tenga paz y sea feliz. Eso es lo que le importa.
Pero quiere que en este tiempo me libere de tantas tentaciones y cadenas que me atan y me quitan la libertad. Quiere que se ensanche mi alma para amar más. Quiere que haya más silencio en mi interior dejando de lado los ruidos que me enloquecen. Quiere que viva para Él buscándolo en los demás y en lo profundo de mi corazón.
Son días sagrados llenos de luz, de misericordia.
Miro mi historia. Dios me ama con locura. Lo he visto a lo largo de mi vida. Mi padre es un arameo errante. Así comienzo mi historia de salvación.
Dios vino a sacarme de mi esclavitud para hacerme hijo suyo. Escuchó mis gritos de dolor y vino a abrazarme y sostenerme. Así de cercano y humano es ese amor que se hace carne para mostrarme desde sus límites humanos cuánto me quiere.