El tiempo de Cuaresma está marcado por dos omisiones litúrgicas muy destacadas. Ni el himno conocido como el Gloria (Gloria a Dios en las alturas) ni el Aleluya, cantado antes del Evangelio, se cantan durante los 40 días completos de Cuaresma (con algunas pequeñas excepciones).
¿Y eso por qué?
Principalmente, el Gloria es un himno que celebra la venida del Señor usando las palabras de los ángeles en el nacimiento de Cristo.
Tiempo de expectativa
La Iglesia durante la Cuaresma regresa en espíritu a una época en que el pueblo de Dios estaba en el exilio. Estaba esperando que el Mesías llegara y los salvara.
Es un periodo de expectativa similar al de Adviento. Pero en lugar de esperar el nacimiento de Cristo desde el vientre de María, el pueblo cristiano espera el segundo "nacimiento" de Cristo desde el vientre del sepulcro.
En segundo lugar, siguiendo este mismo espíritu de exilio, la Iglesia se une a Moisés y a los israelitas mientras vagan por el desierto durante 40 años.
Es un momento de agonía y purificación, donde los fieles se unen para decir: "¿Cómo podríamos cantar un canto de Yahveh en una tierra extraña?" (Salmo 137,4).
La palabra "Aleluya" está arraigada en una expresión hebrea que significa "alabar al Señor" y por lo tanto se omite durante la Cuaresma.
Lamentar para celebrar después
Como resultado, nuestro enfoque en la Cuaresma no es regocijarnos, sino lamentar nuestros pecados, mirando aquellas cosas que nos impiden una relación auténtica con Dios.
Una vez que se eliminan a través de la oración, el ayuno y la limosna, podemos regocijarnos nuevamente en la Pascua.
Porque no solo celebramos la resurrección de Cristo, sino nuestro propio renacimiento en el espíritu.
Igual que una mujer que experimenta dolores de parto antes de nacer, los cristianos "gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo" (Romanos 8,23).