Stanley Donen ha muerto a los 94 años dejando tras de sí algunas de las obras maestras más indiscutibles y optimistas de la historia del cineLes voy a contar una anécdota personal. Cuando era adolescente y atravesaba uno de esos difíciles momentos en los que uno no encuentra su lugar en el mundo, a mi me gustaba, en la hora del bocadillo en el instituto, acercarme a mi casa (por suerte vivía al lado) y mientras almorzaba, contemplar la mítica escena que daba título a Cantando bajo la lluvia. Me había dicho un amigo, uno de esos que sabía mucho de cine, que la susodicha escena era un reconocido canto a la alegría de vivir. Y yo creo que en el fondo estaba encantado de estar vivo.
Stanley Donen declaró en cierta ocasión que fue viendo a Fred Astaire bailar cuando decidió que quería aprender a hacer lo mismo. “Era un mundo de fantasía en el que todo parecía feliz” declaró Donen a su biógrafo, Joseph Casper. Y fue, de hecho, ese canto a la felicidad por la vida lo que caracterizó por lo menos, la primera mitad de su filmografía.
Mientras aprendía a bailar conoció a Jack Donohue, quien lo introdujo en Hollywood como su asistente, pero fue con Gene Kelly con quien llegaría lejos. Donen se pasó por encima lo de ser bailarín y se hizo directamente coreógrafo. Con Kelly formó un equipo de acero forjado y de hecho, con él dirigiría alguna de sus más grandes películas. Con Kelly co-dirigió Un día en Nueva York, una cinta mítica por ser el primer musical con escenas rodadas en exteriores y no en estudio, como era lo habitual.
Cantando bajo la lluvia fue su cuarta película, también codirigida con Kelly. Cuenta la leyenda que Kelly se encargaba más de los números musicales y Donen del resto. Siempre ha habido mucha discusión sobre quién de los dos puso más en el filme, habitualmente a favor de Kelly. Sin embargo, y esto es importante, fue Stanley Donen el que se forjó una carrera como director de cine sin la necesidad de Gene Kelly.
Bien es verdad que cuando dejó de hacer cine con Kelly nunca volvió a hacer un musical. Hollywood estaba cambiando y el público ya no quería gente cantando y bailando. Fue entonces cuando Donen tuvo que demostrar de lo que era capaz, más allá de las canciones y las coreografías, y entonces hizo películas como Una cara con ángel o Charada. Comedias románticas donde, aunque no se cantaba, en el fondo todo fluía como en un musical, como cuando todo era maravilloso y vivir era una razón más que suficiente para cantar y bailar.
Como a todos los directores del Hollywood clásico, a Donen le costó readaptar sus formas y maneras a los intereses del nuevo público. Fue a partir de los setenta cuando Donen experimentaría con formatos nuevos como la comedia de faldas Lío en río o la terrorífica Saturno 3, una especie de respuesta al éxito de Alien con Kirk Douglas.
Donen no se fue del cine sin luchar. Sus últimas películas apostaban claramente por la vanguardia y por proponer cosas que nadie antes se había atrevido a proponer. Pero obviamente, su tiempo ya había pasado. El cine había cambiado y él también. Aunque cuando recibió el Oscar honorífico en 1998 siguió demostrando que le alegraba vivir cuando entonó Check to check, una de las más viejas canciones que le vio cantar a su adorado Fred Astaire. Lo dicho. La alegría de vivir.