Algunos en su pueblo le dicen que el suyo es el cine de los pobres
La historia es de película y merecía llegar a las pantallas. Se estrenó en Buenos Aires el film “Un cine en concreto”, documental que narra la historia de Omar, un hoy abuelo apasionado del séptimo arte que construyó en la planta alta de su hogar una sala de cine para el pueblo. El film ya fue seleccionado para una veintena de festivales internacionales, pero aún no se había estrenado comercialmente en su país.
Omar no entiende cómo la gente que asistía al cine todos los fines de semana, hoy no concurra a las salas. Descubrió el cine siendo niño. Compró su primera entrada con lo que ganaba vendiendo revistas, a los 9 años. Fue como amor a primera vista, de película, y comenzó a frecuentarlo todas las semanas.
Pero con el correr de los años, ya en la década del 90, en Villa Elisa, Entre Ríos, no quedaban salas abiertas. Y comenzó a edificar su sueño a espaldas de su señora, en sus ratos libres durante los fines de semana. A ella le decía que estaba construyendo un salón para alquilar, pero lo que estaba montando en su casa era una sala de cine. Cuatro años le llevó acondicionarla.
Lo que más conmueve de Omar a la directora Luz Ruciello es la perseverancia y la tenacidad de un hombre sin recursos pero sin excusas, tal como lo definió en Directores AV. Su historia inspira, y la inspiró a ella a no abandonar este proyecto, que le tomó diez años concretar. Descubrió por casualidad el cine de Omar, paseando por Villa Elisa. Al principio, no podía creer que ese cartel que parecía de Kiosco verdaderamente sea la señal de una sala con 60 butacas. Pero ya adentro comprendió que cada butaca, cada tabla, cada detalle es una historia. Es un cine hecho a pulmón, pese a dolores mitigados con calmantes.
Al principio, pensaban que estaba loco. Como explicó Omar al portal Infobae: “Nadie entendía cómo desde una posición económica tan humilde, podía hipotecar lo poco que tenía para este proyecto. Vivimos en un mundo muy materialista, es muy difícil comprender que estés sacrificando cosas por un proyecto para la comunidad. Si yo no hubiera construido el cine, capaz hubiera cambiado el auto o mejorado mi casa, pero no me hubiese sentido realizado. La felicidad que siento cuando viene por primera vez un chico al cine no se compra con nada”.
Está claro que no se trata de un negocio. Omar pone más de lo que recibe. Se ocupa de viajar a Buenos Aires a conseguir las películas, que compra siempre en formatos originales. Nunca compra “truchas”, porque si ama el cine como ama, tiene que ser respetuoso con la gente del cine, cree.
Pero también se ocupa de limpiar y preparar la sala, de promocionar la proyección en su programa de radio, de concretar la proyección, de cuidar a los chicos que se asustan cuando se apagan las luces… La experiencia no acaba con el último fotograma, ya que tras cada función hay una tertulia. En Cine Paradiso, cómo llamarlo de otra manera, cada película es una experiencia distinta. Y muy accesible, al 10% de una entrada tradicional, ya que no quiere que nadie se quede sin su entrada. Incluso bonifica a los chicos que no pueden pagar los 20 pesos, y les invita golosinas para que no se sientan menos que otros.
Algunos en su pueblo le dicen que el suyo es el cine de los pobres: pero Omar sabe que con el corazón de cada detalle y la calidez de atención ninguna sala, por más 4D que se invente, por más que no pueda pagar el consumo de un aire acondicionado, compite con la suya.