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Tengo un nuevo riñón gracias a mi tío bisabuelo

Fernando Hernández Gurri

Fernando Hernández Gurri

Redacción de Aleteia - publicado el 11/02/19

3 años en lista de espera para el trasplante y en menos de tres horas...

El 7 de octubre de 1936 un grupo de milicianos de La Seu d’Urgell (España) sacaron de su casa a un anciano sacerdote de 71 años para darle muerte tres días más tarde.

Llegado el momento, Don José, que así se llamaba el sacerdote, pidió ser el último en ser ejecutado para poder ir dando auxilio espiritual a todos sus compañeros de martirio. Así le fue concedido y así lo hizo.

Pues bien, este sacerdote era José Navarra Durán, beneficiario de la catedral de La Seu d’Urgell, hermano de mi bisabuelo, al que familiarmente llamamos “el tío cura”.

José Navarra Durán (Foto)
Archivo de Carmen Hernández Navarra

Margarita, mi mujer, me expresó el deseo de ir un día a La Seu d’Urgell a visitar y rezar ante la tumba del “tío cura”.

Decidimos visitar dicho lugar este pasado sábado 26 de enero, aprovechando las mini vacaciones de una semana que ella se había reservado por si llegaba mi trasplante. Y cómo el riñón no llegaba y el tiempo límite para hacer dichas vacaciones se terminaba, pensamos que era el momento adecuado para ir a ver la sepultura del “tío cura” mártir.

Cementerio de La Seu d’Urgell
Fernando Hernández Gurri

Allí rezamos un rosario y un responso. Terminados ambos, le hicimos una serie de peticiones al “tío cura” entre las que a mi mujer se le ocurrió pedirle un riñón para mí.

Antes de tres horas, ya de vuelta a casa, nos llamaban del hospital para comunicarnos que había el riñón de un donante para mí y que acudiéramos lo más rápidamente posible para iniciar las pruebas de idoneidad para el trasplante.

Después de tres años en lista de espera, por fin había llegado el tan esperado riñón y encima pudimos disponer de los días reservados por Margarita para poder acompañarme durante mi hospitalización.

Yo no soy quién para hablar de milagros, ni tengo autoridad para ello. Pero sí estoy seguro de que esta gracia recibida es, cuanto menos, una “casualidad” sospechosa.

Os lo cuento porque me siento con el deber de ser agradecido y de dar testimonio de ello.

Alabado sea el Señor.

Por Fernando Hernández Gurri

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martiresmilagrotestimoniotrasplantes
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