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‘El gota a gota’, préstamos ilegales que agotan y matan

COLOMBIA

shutterstock/hanohiki

Vicente Silva Vargas - Aleteia Colombia - publicado el 11/02/19

Este sistema de pequeños créditos clandestinos, existente en varios países latinoamericanos, cada vez cobra más víctimas y deja en evidencia una telaraña de ambición y corrupción

El caso de una mujer de 32 años que se suicidó lanzándose de una puente junto con su hijo, conmocionó a Colombia por las terribles imágenes divulgadas en redes sociales y medios de comunicación, pero también por las razones económicas que la impulsaron a tomar la fatal decisión: las deudas adquiridas mediante el ‘gota a gota’.

Guillermo Alfonso Jaramillo, alcalde de Ibagué, capital del departamento del Tolima en donde sucedió el hecho, lo dijo conmovido al noticiero La voz del pueblo: “Esta señora, madre soltera, estaba desesperada ante la presión por estas deudas”. La versión fue confirmada por conocidos de la familia quienes informaron a las autoridades que Jessy Paola Moreno Cruz, debido a los altos intereses y a su precaria situación económica, no había podido pagarle un dinero a un prestamista.

Jessy Paola, quien se arrojó a un precipicio de más de cien metros llevándose consigo a su hijo Nicolás, se ganaba la vida vendiendo productos por catálogo, vivía sola con el niño de 10 años y había estudiado Administración de Empresas. Aunque se desconocen aspectos como el monto de la deuda, los intereses exigidos y el nombre del prestamista, su caso puso en primera plana un enorme problema legal y social.

En redes sociales se hizo viral una imagen elocuente y que buscaba darle ánimo a quienes trataron de evitar el triste desenlace: 

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El alcalde Jaramillo señaló con crudeza que se trata de un sistema “monstruoso” diseminado por toda Colombia: “el ‘gota a gota’ no solamente extorsiona a la gente, no solamente le roba todo su trabajo, [también] la intimida, la amenaza de muerte. Inclusive, termina costándole la vida…”

Esta modalidad conocida como préstamos exprés o pagadiario, es ilegal. Según la Policía, “está manejado por redes criminales que actúan en ciudades grandes e intermedias, como clanes mafiosos que no tienen compasión de nadie”. Su poder y rentabilidad son tan grandes que, según el periódico económico Portafolio, pueden mover diariamente 2.500 millones de pesos (unos 800 mil dólares), de los cuales 1.000 millones (320 mil dólares) se manejan en Bogotá.

Las víctimas, por lo general, son personas residentes en barrios pobres, pequeños comerciantes, vendedores ambulantes, desempleados y amas de casa que no tienen perfil crediticio para préstamos bancarios o carecen de un ingreso fijo. La oferta es llamativa pues les ofrecen dinero casi al instante por el monto deseado, sin fiadores ni garantías hipotecarias, tan solo deben firmar un papel, una letra o un cheque. Excepcionalmente, si el préstamos es más alto, el agiotista exige como garantía bienes raíces o carros.

Desembolsado el dinero, los deudores tienen que pagar diariamente intereses que van del 10 al 40% mensuales —de ahí su denominación de pagadiario— aunque en algunos casos pueden llegar al 240% anuales. No obstante, su calvario empieza cuando el deudor no cumple con lo pactado y el dueño del dinero exige su pago inmediato, día a día, interés sobre interés, casi siempre de manera amenazante. Primero son avisos moderados, luego son agresivos mensajes verbales, más adelante son intimidaciones con motociclistas armados, ataques a la casa o el negocio del deudor y, por último, los anuncios de asesinato. Otra modalidad de cobro consiste en apoderarse a la fuerza de uno o varios bienes de los morosos.

En casos extremos —cada vez más frecuentes según la Fiscalía General de la Nación— la deuda se salda con la tortura, el asesinato o desaparición del deudor o un familiar. Otros hechos, como el doloroso episodio de Ibagué, por pura intimidación sicológica, terminan con el suicidio de los morosos.

Orígenes del fenómeno

Los expertos atribuyen el auge del ‘gota a gota’ a diversas causas. Para la Policía y la Fiscalía no hay duda de la presencia de dineros ilícitos en este negocio clandestino que puede dejar ganancias tan jugosas como las del narcotráfico. Ambas entidades dicen que a través de estos préstamos se pueden ‘blanquear’ inmensas fortunas en dólares originadas en el narcotráfico, especialmente las provenientes de los carteles mexicanos de la droga y grupos de narcotraficantes colombianos.

El lavado —recalcan— también puede originarse en mafias de contrabandistas, organizaciones de sicarios y delincuentes comunes que se prestan para blanquearle dinero a grupos guerrilleros como el Ejército de Liberación Nacional —ELN—, y en su momento las antiguas Farc. La fórmula consiste en convertir los dólares ilegales en pesos colombianos legales.

Óscar Villarruel, experto colombiano en finanzas, dijo a Aleteia que los préstamos exprés, además de tener un origen ilícito, también están relacionados con la baja bancarización, las dificultades de los bancos para acercarse a los más necesitados y las exigencias de requisitos difíciles de cumplir para acceder a un crédito. Además, según Villarruel, “a los bancos no les interesan los clientes chicos porque no tienen garantías y representan muy poco volumen. En cambio, se constituyen en un problema porque aumentan la cartera morosa y eso afecta sus calificaciones”.

La creación de esta modalidad criminal es atribuida en un alto porcentaje a delincuentes colombianos que la ‘exportaron’ a México, Brasil, Perú, Chile, Argentina y Ecuador. Aunque algunos estados adoptaron medidas rápidamente y lograron acabar o al menos minimizar esta práctica, en Colombia falta mucho para castigar con mayor dureza a estas organizaciones, pero también para facilitar el acceso de gente de escasos recursos al sistema financiero.

Jessy Paola hace parte de la larga lista de personas del Tolima que murieron recientemente por la presión de los extorsionistas del ‘gota a gota’. Una de ellas es Noé Ordóñez, un comerciante que en una conmovedora carta pidió la “misericordia de Dios” por haber decidido “partir de este mundo”. Otra es Lucila Pinilla, mujer de 61 años que desesperada por la presión de más de 25 cobradores ingirió veneno y luego se ahorcó.

Estas tragedias que se repiten en diferentes lugares de Colombia las dibujó descarnadamente un hombre de Bucaramanga a quien un pagadiario la arrebató todos sus enseres: “Como una gota que rompe otra gota, el ‘gota a gota’, te va dejando poco a poco en la calle o, simplemente, te va matando en módicas cuotas de extorsión”.

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