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9 falsas humildades que te alejan de la verdadera

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Luisa Restrepo - publicado el 03/02/19

Conócelas para poder ver la verdad de ti y amar auténticamente a los demás

En el libro Cartas del diablo a su sobrino, Screwtape escribe sobre la humildad:

“En consecuencia, debes ocultarle al paciente la verdadera finalidad de la humildad. Déjale pensar que es, no olvido de sí mismo, sino una especie de opinión (de hecho, una mala opinión) acerca de sus propios talentos y carácter. Algún talento, supongo, tendrá realmente. Fija en su mente la idea de que la humildad consiste en tratar de creer que esos talentos son menos valiosos de lo que él cree que son. Sin duda son de hecho menos valiosos de lo que él cree, pero no es ésa la cuestión. Lo mejor es hacerle valorar una opinión por alguna cualidad diferente de la verdad, introduciendo así un elemento de deshonestidad y simulación en el corazón de lo que, de otro modo, amenaza con convertirse en una virtud. Por este método, a miles de humanos se les ha hecho pensar que la humildad significa mujeres bonitas tratando de creer que son feas y hombres inteligentes tratando de creer que son tontos. Y puesto que lo que están tratando de creer puede ser, en algunos casos, manifiestamente absurdo, no pueden conseguir creerlo, y tenemos la ocasión de mantener su mente dando continuamente vueltas alrededor de sí mismos, en un esfuerzo por lograr lo imposible”.

Y es verdad, en el intento de ser humildes nos dedicamos a mirarnos el ombligo, a fijarnos más en nosotros mismos, pensando: “¡oh, Dios mío, mírame, siendo tan humilde!”.

El tío Screwtape continúa diciendo que la meta de Dios es que cada ser humano pueda reconocerse como maravilloso y extraordinario.

Él señala que “cuando los humanos hayan realmente aprendido a amar a sus vecinos como a sí mismos, se les permitirá que se amen a sí mismos como a sus vecinos”. ¿Alguna vez has pensado en eso?

La humildad, además de ser la virtud que nos permite ver la verdad de nosotros mismos, nos permite amar auténticamente a los demás.

Pero en lugar de hablar sobre la humildad, hablemos sobre lo que la humildad no es.

  1. Vanidad

Si le preguntara a la mayoría de la gente qué es lo opuesto a la humildad, creo que la mayoría pensaría en orgullo/vanidad. Esa actitud egocéntrica centrada en los pensamientos y miradas de uno mismo. Seguro que conoces a personas que cumplen con esta definición…

  1. Olvidar tu valor

Alguien dijo una vez: “la humildad no es pensar menos en ti mismo, sino pensar menos de ti mismo”. Humildad no significa que odies lo que eres o lo que pareces, no significa creer que eres inútil. Humildad significa reconocer el valor y los talentos de otros, pero también significa reconocer tu propio valor, tus dones, la verdad sobre ti mismo.

  1. Presunción

Cuando las personas se jactan de sus logros, parecen alejarse de todo lo bueno que han logrado. La humildad no significa negar estos dones, significa reconocer que no todos tienen los mismos talentos, privilegios u oportunidades que tú. En consecuencia, no tienes que andar por ahí frotándolo en la cara de las personas.

  1. Poner demasiada confianza en tus logros

Esa manía que tenemos de buscar cumplidos y que generalmente lleva a que nos resintamos con las personas que se olvidan de reconocer lo bien que hacemos las cosas. Si a ti no te los hacen, esfuérzate tú por hacérselos a los demás. Acá hay otra razón para ser humilde no solo por ti, sino por guiar a otros en la virtud y evitar los celos y el resentimiento.

  1. No aceptar un cumplido sin desanimarte (o reírte incómodamente)

También puede pasarnos al revés de lo que acabamos de hablar. Podemos decirle a un amigo que ha hecho algo increíble: “¡Dios mío, eso es increíble! ¡Eres tan talentoso!”, y luego él reirá incómodamente y dirá: “¡no!, ¡es terrible!”. Alguien que es verdaderamente humilde simplemente agradece y celebra el regalo que le es dado.

  1. Olvidar que gracias a Dios todas las cosas son posibles

Con frecuencia olvidamos esto: todos nuestros talentos y logros solo son posibles gracias a Dios.

La soberbia se manifiesta en una forma muy sutil pero muy frecuente en nuestros días: el perfeccionismo. Sentir que el peso del mundo está sobre nuestros hombros, y que sin ellos, todo se derrumbará.

Reorganiza tus prioridades, mantén la vista en lo esencial y, sobretodo, no te dejes robar la alegría. Una persona humilde recuerda que Dios tiene todo en sus manos y que todo viene de Él.

  1. Desacreditar tus dones y atribuirle todo a Dios

También está el riesgo de caer en el otro extremo: imagínate que cada vez que hagas algo bien digas algo como: “bueno, no fui yo, fue Dios”. Es cierto que todo proviene de Dios, pero depende de ti usar los dones que Él te dio.

Es bueno señalar a Dios, pero también es bueno reconocer cuánto trabajaste para lograr algo y recordar a las personas que te ayudaron a llegar a este punto. Dios no permite mágicamente que las cosas sucedan.

De hecho, reconocer tu papel en lo que haces, glorifica más a Dios porque demuestra tu participación en su Plan.

  1. Guardar tus talentos

Puedes ser un líder y ser humilde, de hecho, la humildad es un rasgo excelente en un líder. Esto significa expresar tu opinión cuando alguien te la pide, significa hacer preguntas, admitir fallas y buscar ayuda cuando no sabes cómo hacer algo. Un líder humilde actúa con integridad y busca el bien de todos.

  1. “No seas tan humilde, no eres tan genial”

El punto de esta cita sarcástica es creer que tenemos que ser humildes porque somos ¡tan buenos! Comenzar a sentirnos orgullosos porque somos ¡tan humildes! Espero que para ti esto tenga sentido.

Es un poco difícil de explicar el sarcasmo. Esencialmente, una vez que celebras lo humilde que eres, es probable que no hayas adquirido ni el mínimo de humildad y debas reflexionar más sobre el trabajo que hace la gracia de Dios en tu vida.

“Solo veo una cosa que hacer, por el momento. Tu paciente se ha hecho humilde: ¿le has llamado la atención sobre este hecho? Todas las virtudes son menos formidables para nosotros una vez que el hombre es consciente de que las tiene, pero esto es particularmente cierto de la humildad. Cógele en el momento en que sea realmente pobre de espíritu, y métele de contrabando en la cabeza la gratificadora reflexión: “¡Caramba, estoy siendo humilde!”, y casi inmediatamente el orgullo —orgullo de su humildad— aparecerá. Si se percata de este peligro y trata de ahogar esta nueva forma de orgullo, hazle sentirse orgulloso de su intento, y así tantas veces como te plazca” (Cartas del diablo a su sobrino).

Tags:
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