‘Ralph Rompe Internet’ y ‘Spider-Man: Un nuevo universo’: dos películas sobre la igualdad, la amistad y la solidaridad Aún resisten en la cartelera dos de las películas familiares más ingeniosas de entre todo el despliegue de estrenos navideños, plenas de valores como la amistad, la solidaridad y el empuje necesario para no dejarse vencer por las adversidades sólo porque uno sea diferente o más joven o de menor tamaño: me refiero a Ralph Rompe Internet y a Spider-Man: Un nuevo universo, dos largometrajes de dibujos animados (¡ambos rondan las dos horas de duración!) que no caerán en el olvido.
Ambos, aunque transcurren en mundos distintos, nos hablan de la necesidad de afrontar los infortunios de la vida aunque no poseamos las características principales de los superhéroes habituales. Es una norma ya casi constante de los últimos tiempos en el cine para todos los públicos: incidir en que, no por ser más frágil físicamente, se es menos capaz de solucionar los bretes que encontramos en el camino. Es importante no rendirse, vienen a decirnos.
En una de las secuencias más divertidas y sarcásticas de Ralph Rompe Internet, la niña que trabaja en los videojuegos de carreras, Vanellope, llega a una habitación colonizada por las princesas y las guerreras de Walt Disney. Todas ellas son altas, esbeltas, perfectas, y van vestidas como si vivieran siempre en un palacio o en un castillo. Vanellope es lo contrario: pero les demuestra que, aunque sea pequeña, su vestimenta sea más sencilla y sólo disponga de su carácter y de su arrojo como armas para enfrentarse al mundo, no por eso resulta débil o indefensa.
El mismo caso, aunque al revés, es el de su amigo Ralph: un hombre de dimensiones mayúsculas, de manos como sartenes y torpeza en los movimientos, pero que a pesar de ello es capaz de transmitir cariño a su pequeña amiga y sacrificarse para salvarla. Es el clásico bruto con corazón de oro.
En este Spider-Man animado tenemos a diversos personajes disfrazados del Hombre y de la Mujer Araña porque provienen de universos paralelos. El protagonista es un muchacho negro llamado Miles Morales, quien al final aprende que también puede ser un héroe aunque no disponga de los atributos físicos ni de la edad de Peter Parker.
Pese a la cuña de lo políticamente correcto para satisfacer a todos los públicos, entendemos como espectadores que, a estas alturas del siglo XXI, esas encarnaciones de Spider-Man incluyan a ese chaval, a una niña que proviene del manga, a un tipo de 40 años que empieza a notar los achaques de su cuerpo, a un hombre maduro salido de una viñeta clásica en blanco y negro (con la voz en versión original, por cierto, de Nicolas Cage), a una adolescente guerrera e incluso a un dibujo animado con cierto parecido a Porky.
Dichas variantes ofrecen un abanico de perspectivas para que sean numerosos los espectadores que puedan identificarse con los roles. Como suele suceder en las películas de Marvel, estos héroes deben colaborar en equipo para vencer a sus enemigos.
Además de estos apuntes sobre la solidaridad, la diferencia y el aprendizaje, ambas son propuestas técnicamente impecables. En el caso de Spider-Man, por su forma: por cómo está rodada, siguiendo los patrones de los cómics, llenando a veces la pantalla de bocadillos, de palabras superpuestas, de un ritmo propio de la página de una novela gráfica…
En el caso de Ralph…, por la sucesión de genialidades de los guionistas: son apabullantes las ideas que se les han ocurrido para trasladar el mundo de internet a los dibujos animados, convirtiendo los banners y los pop-ups en figuras que llevan carteles e incitan a los usuarios a tocarlos para trasladarse mediante hipervínculos a otros lugares de la red, o enseñándonos en el mostrador de Google a un bibliotecario con gafas que despliega un vocabulario infinito y ofrece palabras antes de que uno pida lo que busca.
Ambas películas son espléndidas y a los niños les encantan. Demuestran, otra vez, que la animación continúa deparando algunas gratas sorpresas.