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Cambia algo al empezar el año

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 10/01/19

Haz magia con lo que Dios te da

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DONE AHORA

Siempre hay un camino distinto posible. Una nueva ruta. Una manera original de hacer las cosas. Siempre se puede cambiar lo que llevamos haciendo durante años. Y no pasa nada.

Es posible volver a empezar. Recorrer rutas nuevas. Romper moldes. Descubrir parajes desconocidos hasta ese momento.

Los reyes magos después de adorar a Jesús, volvieron por otro camino. Necesitaron un sueño para entenderlo. Que Dios les dijera claramente lo que tienen que hacer. Descubrieron una nueva ruta.

Se aventuran por un camino nuevo. Salen de su comodidad para adorar a Dios hecho niño y regresan a su casa recorriendo una nueva ruta.

Cambian, comienzan de cero. Después de adorar a Dios y alabarlo por lo bueno que hay en sus vidas, necesitan ir por otro camino.

Mi encuentro personal con Dios me lleva a hacer las cosas de otra manera. Quisiera aprender a ir al encuentro de los más necesitados. Buscar un nuevo camino. Una nueva forma.

Comenta el padre Arturo Sosa, superior general de la Compañía de Jesús: “La Navidad es para cada uno de nosotros una llamada a la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo. Hay muchos obstáculos, pero podemos vivir en la fe y en la esperanza, recordando que el Niño de Belén también llegó a un mundo de pecado, de explotación, de opresión. Parecía pequeño y débil. Sin embargo, su vida fue una fuente de salvación y su mensaje ha sobrevivido a través de los siglos”.

Yo puedo cambiar las cosas a mi alrededor. Si hago algo nuevo, algo cambia. Si no hago nada nuevo, todo sigue igual.

Si no comienzo a vivir de forma diferente, si mi amor no adopta nuevas maneras, si no actúo de otra manera, nada cambia, no pasa nada.

Si me muevo, comienzo a recorrer nuevos caminos. Parece sencillo, pero por lo general rehúyo el cambio. Me cuestan las cosas diferentes.

Comentaba el pade José Kentenich: No nos da descanso el anhelo del paraíso perdido, vale decir, el anhelo de una transformación, transfiguración y divinización plenas de nuestro ser, de toda la sociedad humana y del mundo”[1].

No me da tregua el deseo de que el mundo se encuentre con Dios. La pasión por entregar lo que he recibido mueve mi alma. Es el deseo de que cada hombre viva la plenitud.

No quiere Dios que todos cumplan las normas y sean perfectos. Quiere que sus vidas sean plenas y tengan sentido. Es lo mismo que yo quiero.

El otro camino comienza conmigo mismo, en realidad. Soy yo el que necesita cambiar para que mi vida sea plena y verdadera.

Yo tengo que cambiar, para que otros cambien. Es el mayor regalo que recibo en la Epifanía del amor de Dios.

El Dios hecho niño que quiere que mi vida tenga sentido llega a mi corazón para cambiarlo. Llega a mis rutinas para que aprenda a hacer las cosas de forma diferente.

Me gusta la mirada nueva que me da Dios. Y sólo cuando cambio, cuando aprendo una nueva forma de hacer las cosas, es cuando puedo ayudar a otros a recorrer su camino de salvación.

Jesús me enseña una nueva forma para que yo mueva otros corazones con mi entrega. Recibo ese gran regalo y todo adquiere una nueva tonalidad. Mis errores tienen menos peso.

Y el deseo de llevar esperanza y alegría a otros es un deseo más hondo, más verdadero. Puedo convertirme en rey mago. Puedo hacerlo.

Pero no como cuando era pequeño. No como ese rey que viene a hurtadillas por la noche para llenar mi vida de sorpresas. Es más bien otro tipo de realeza y otro tipo de magia.

Dios puede hacerlo todo nuevo en mí. Me llena de misterios. Me cubre con su manto. Me convierte a mí en mago.

Puedo hacer magia con su don. Me hace de nuevo para poder hacerse carne en mí. En mi ternura, en mi alegría, en mi esperanza.

Dios hace las cosas nuevas. Yo, rey mago, sabio con su sabiduría, puedo llenar la vida de los otros de alegría plena.

[1] Christian Feldmann, Rebelde de Dios

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