Son indispensables para muchas personas que confían en su infalibilidad aunque, año tras año, deban pedir lo mismo al mismo amuletoColgarse amuletos, sobre todo en vísperas de Año Nuevo, es costumbre muy extendida. En algunos de esos objetos se inscriben fórmulas misteriosas y son utilizados por los no creyentes como protección contra varias enfermedades, brujería o encantamientos.
Según la Enciclopedia Católica on line, el primer autor que menciona los amuletos es Plinio (XXX, 4, 19). No se tiene certeza acerca del origen de la palabra, pero se cree que viene del árabe “hamala”, que significa “portar”, ya que los amuletos siempre son portados por alguien.
Los pueblos orientales han sido especialmente adictos a las prácticas de superstición; y su absorción en el Imperio Romano ocasionó que el uso de amuletos se generalizara también en Occidente.
Recordamos los relatos -en el Antiguo Testamento- de las luchas de Moisés para erradicar de las mentes judías el apego a emblemas de la superstición a los que se habían acostumbrado en Egipto.
Según evidencia arqueológica, sabemos que los amuletos fueron muy comunes en las antiguas culturas de las tierras bíblicas; especialmente entre la gente pagana.
¿Qué son los amuletos?
Los amuletos son colgantes u otra clase de objetos mágicos y/o encantados, usados por la gente para protegerse a sí mismos de energías negativas, del mal y de lesiones, y también para traer buena suerte.
Junto con otras clases de talismanes, los amuletos están llegando a ser muy populares en estos días.
De hecho, hay mensajes que circulan en las redes aconsejando portar ciertos amuletos para arrancar el 2020 “con buen pie” y atraer la buena suerte.
Según las culturas y creencias, se llevan pulseras, tobilleras o collares. También se colocan en las casas, autos o lugares de trabajo.
En América Latina son indispensables para muchas personas que confían en su infalibilidad aunque, año tras año, deban pedir lo mismo al mismo amuleto.
El famoso “ojo griego”, de origen islámico pero adoptado en occidentes, se supone protege contra el mal.
La famosa Cinta del Señor de Bonfim, muy usada por los católicos practicantes de Umbanda y Candomblé, debe ser atada con tres nudos bien apretados. Mientras se va haciendo, se debe pedir un deseo. Si la cinta se cae sola, sin que la retires, ese deseo será realizado.
La higa representa una mano cerrada, con el dedo pulgar por debajo del índice. Este surgió en Italia y representa el órgano sexual femenino. Este símbolo era bastante utilizado por los etruscos como una señal de fertilidad y erotismo.
El amuleto más popular
No obstante, es el Trébol de cuatro hojas el amuleto más conocido. Se dice que si hallas un trébol de cuatro hojas tienes garantizada la suerte y fortuna. Usar un trébol durante la noche del 31, permite atraer a la suerte…y debe ser regalado para mayor eficacia.
El cuarzo rosa nos permite aceptar nuestros errores del pasado y seguir adelante. Nada mejor que perdonar y soltar para empezar con éxito un nuevo año.
Y cómo olvidar la la sal gruesa la cual, según los entendidos, protege contra las energías negativas y simboliza la purificación y renovación de las energías del cuerpo, así como de los ambientes de una casa.
Aunque los ídolos y otra clase de objetos mágicos son mencionados en las Escrituras, la actitud de Dios es una, de reproche hacia ellos.
Fue durante los tiempos de apostasía e idolatría cuando los Israelitas copiaron las supersticiones paganas, incluyendo la práctica de vestir objetos mágicos y/o encantados.
Dios pronunció un severo reproche a las falsas profetizas de Israel que usaban amuletos. Está en la Biblia, Ezequiel 13:18, 20 y 21, “Así ha dicho Jehová el Señor: “¡Ay de aquellas que cosen vendas mágicas para todas las manos, y hacen velos mágicos para la cabeza de toda edad, para cazar las almas!”…
No a los amuletos, sí a los signos
Los amuletos podemos sustituirlos por signos que elevan los espíritus, y la Iglesia, si bien prohíbe el uso de amuletos, fomenta la utilización de emblemas que puedan recordar a sus portadores algo de la doctrina cristiana.
El pez, la paloma y el ancla, las medallas o reliquias y los sacramentales son símbolos alejados de la magia, la superstición o el hechizo.
No aseguran bienestar sin esfuerzo. Tampoco se deja todo a la suerte. No hay magia, no se atribuyen poderes encantados ni resuelven problemas de la nada, solo nos recuerdan la doctrina cristiana, la fe que profesamos.
De hecho, ¿qué dice la Ley Canónica sobre los sacramentales? Pues que son “signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida”.
Si sentimos la necesidad de protección contra el mal y contra poderes demoníacos, Dios tiene algo mucho mejor para ofrecer que amuletos e ídolos.
Está en la Biblia. Efesios 6:11, 14-17 dice,
“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios”.
No son poderosos
Es preciso tener cuidado de no usar medallas religiosas y estatuas de una manera supersticiosa. Ninguna medalla, estatua o artículo religioso tiene ningún poder o suerte conectado con ella.
El amuleto es una forma de magia en que se cree que un objeto particular tiene el poder de atraer el bien y alejar el mal.
Estos son particularmente malos cuando nos son dados por un adivinador, espiritista, “curandero” o alguna persona envuelta en lo oculto.
El Maligno puede tentarnos, pero no nos toca directamente a menos que le abramos la puerta. No debemos temerle, pero tampoco debemos buscarlo constantemente en los acontecimientos ordinarios de nuestra vida.
No es buena idea concentrarnos en los espíritus malos, sino fijar los ojos y la fe en Nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, poniendo nuestra confianza en Dios. Esa es nuestra mejor opción para encarar el año nuevo.
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