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Un ejemplo de que sí se puede acoger, acompañar e integrar a los migrantes

MIGRANTS

PEDRO PARDO / AFP

Jaime Septién - publicado el 29/12/18

Una historia de éxito de la Caravana de Migrantes

Contra todo y contra muchos gobernantes y poderosos de la Tierra, el papa Francisco ha insistido, desde el inicio de su pontificado, en la necesidad impostergable de cambiar el paradigma de la migración mediante la misericordia, la comprensión, el acogimiento, la integración y el acompañamiento de quienes, por muy diversas razones, abandonan su hogar en busca de una mejor calidad de vida.

El cambio de paradigma no consiste solamente en proteger su tránsito o abrir corredores humanitarios –que ya es bastante—en los países por donde pasan o a donde llegan.

También significa buscarles opciones de trabajo más allá de los albergues temporales. En otras palabras, hacer de la migración una riqueza compartida.

Quizá no de manera perfecta -¿dónde la hay?— pero lo cierto es que varios cientos de personas de la tercera Caravana de Migrantes (2.000 personas, la mayoría de Honduras y El Salvador), tras de la que inició en San Pedro Sula el 13 de octubre y de la que le siguió de Guatemala; personas que se quedaron en la Ciudad de México (CDMX), ya dejaron el albergue donde estaban viviendo, no para seguir su camino al norte, sino porque ya tienen trabajo en diversos estados del país.

Empresas solidarias de Chihuahua, Nuevo León, Jalisco y de algunos otros estados del país, se apersonaron en el campamento del Faro Tláhuac, una alcaldía al sur de la inmensa capital mexicana, para ofrecer empleos a los centroamericanos que decidieron quedarse en la CDMX y ya no seguir hasta la frontera a esperar, contra toda esperanza, que Estados Unidos le conceda el estatus de refugiados.

Hermanos (verdaderos) en el camino

Ya en Tijuana –en el noroeste de México, frontera con San Diego, California—se había dado un hecho que poca difusión encontró, pero que habla de que los migrantes centroamericanos han sido acogidos por buena parte de la población mexicana. En esta población norteña (reconocida por su excelencia culinaria) varios chefs cocinaron, el día de Navidad, una gigantesca paella para dar de cenar a 2.000 migrantes que permanecen asentados en albergues.

En CDMX, de los 403 migrantes centroamericanos que fueron reubicados en el Faro Tláhuac, espacio habilitado de manera temporal para los que decidieron quedarse, este 28 de diciembre ya no había ninguno, según informaron autoridades capitalinas.

Una parte del grupo logró avanzar a Tijuana, más de 200 se trasladaron hacia Guadalajara en donde una empresa los contrató. De los migrantes que se quedarán a trabajar en México algunos decidieron permanecer en la CDMX, y otros ya viajaron o están por partir a los estados en donde les ofrecieron empleo.

Por lo demás, según informa el sitio web Animal Político, alrededor de sesenta migrantes pidieron la repatriación voluntaria a su país y ya son pocos los que esperan que situación migratoria se resuelva, de acuerdo con Joaquín Aguilar, de la organización Hermanos en el Camino quien acompañó a esta caravana desde su llegada al país en la frontera sur hasta la CDMX.

Del total de 10.000 migrantes centroamericanos que llegaron o cruzaron por CDMX, al Faro Tláhuac ingresaron 403 migrantes centroamericanos, de los cuales 300 fueron hombres, 68 mujeres y 35 niños y niñas. La mayoría iniciará 2019 en un destino diferente, con trabajo, separados de su familia, y ahora, lejos de los amigos y los apoyos que hicieron en el camino.

Trabajo para los que quieran trabajar

De acuerdo con información de las autoridades de CDMX, diferentes empresas visitaron el campamento del Faro Tláhuac para ofrecer empleos a los centroamericanos que permanecían ahí desde el 25 de noviembre. Entra las plazas ofertadas están las de guardias de seguridad, obreros, ayudantes generales para diversas fábricas, ayudantes en albañilería, así como en el sector hotelero, restaurantero y en empresas de maquila.

Al principio el Faro Tláhuac “estaba lleno”, dijo la hondureña Digna Polanco. Ella fue de las últimas en abandonar el albergue provisional . “La verdad es que sí se les extraña (a quienes habían ya salido), pero a uno le da gusto que algunos ya tengan trabajo o estén rentando un cuartito y comiencen una nueva vida”. Para Polanco, sus compañeros, todos desconocidos cuando partieron de la frontera sur, se convirtieron en su familia, cuenta a Animal Político.

El Año Nuevo ya no la pasarán juntos en el Faro, cada quien seguirá su camino en diferentes puntos del país. Hay quienes irán hacia Chihuahua, Guadalajara o Monterrey, donde ya tienen empleo, su situación migratoria es legal y podrán permanecer en el país durante un año, para, más adelante, asegurar su estatus migratorio y poder rehacer su vida. O buscar, con tranquilidad, nuevos horizontes.

Otros tienen algunas semanas trabajando ya en negocios de las alcaldías de Iztapalapa y Tláhuac y decidieron quedarse en la CDMX. Ahora lo que buscan es un lugar para rentar. Ese es el caso de Javier quien viajó solo desde Honduras, decidió no avanzar hacia el norte y mejor quedarse a vivir en la capital del país. Cerca del Faro, Javier encontró un local de hojalatería y pintura en donde solicitaban personal. Obtuvo el trabajo, y aunque no sabe mucho, el dueño del negocio lo está apoyando para que aprenda.

“Yo me quedaré aquí, me han tratado muy bien, tengo trabajo y sé que viene lo difícil porque gastaré en renta, en comida y todo lo que me haga falta. Me gustaría vivir solo, pero si no se puede veré quien más se queda para compartir los gastos, la verdad estoy muy entusiasmado, en Honduras no hay trabajo y acá ya tengo, no puedo pedir más”, cuenta tras salir de trabajar y regresar al Faro Tláhuac, provisionalmente, hasta este fin de semana.

Una Navidad nostálgica, pero solidaria

La cena de Navidad prácticamente fue la última celebración que tuvieron juntos los migrantes centroamericanos que todavía quedaban en el Faro Tláhuac. El menú que les prepararon las organizaciones que los atienden y les dan refugio, comida y servicios de salud de forma gratuita, consistió de sopa fría, pavo a la naranja, ensalada de manzana y ponche.

“Nuestra Navidad fue distinta, triste porque estamos lejos de nuestra familia, en mi caso extraño muchísimo a mi hija de ocho años que se quedó en Honduras, ya hablé con ella, le prometí que la próxima Navidad la pasaremos juntas. Entre los que quedamos nos apoyamos mucho y nos damos ánimo, pero sí es difícil”, contó Digna Polanco a Animal Político.

Polanco salió de su país con Anthony, su hijo de cuatro años, en busca de una mejor vida ya que en Honduras, dijo, hay falta de oportunidades y es muy difícil conseguir empleo. Cuando tomó la decisión de viajar a México para luego ir a Estados Unidos, la primera Caravana Migrante llevaba cuatro días de camino, pero logró alcanzarlos pidiendo apoyo. La mayoría de los integrantes de la primera Caravana llegaron a Tijuana, sin embargo, ella no pudo avanzar con ellos debido a que Anthony se enfermó por el intenso frío y le dio mucha fiebre.

Una vez que el menor se recuperó se integró a la tercera Caravana; en el camino hizo nuevos amigos, todos compartieron historias y se apoyaron, pero finalmente, ya con la visa humanitaria de ella y del pequeño Anthony, viajaron esta semana junto con otras 18 personas hacia Guadalajara, donde les ofrecieron trabajo en una fábrica de costura.

Digna Polanco planea trabajar seis meses, ahorrar y seguir a Estados Unidos, donde tiene familia y amigos que la apoyarán. Aunque no sabe coser le ofrecieron capacitación y estancia infantil para que su hijo pueda quedarse mientras ella trabaja. “Tengo fe en que me irá bien y podré llegar a Estados Unidos para darle una mejor vida a mis hijos, ahorita yo ya estaría en Tijuana, pero por algo pasan las cosas, me quedé aquí y ahora pienso echarle muchas ganas”.

*Con información de Animal Político*

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