El amor de una madre no siempre es incondicional. A veces lleva implícita una cuota de sufrimiento, un sinfín de condiciones y condicionantes que marcan y dejan huella. Hablamos de un problema que es difícil de reconocer para el afectado. La relación de un hombre con su madre es importante para construir su identidad y el modo en que interacciona con los demás. Por tanto, la sombra de una madre controladora puede tener serias implicaciones a la hora de alcanzar su independencia y felicidad.
¿Cómo repercute en la vida de los hijos varones un vínculo materno demasiado controlador?
A menudo, los hijos adultos de madres controladoras viven en una esfera de silencio y continuas contradicciones. Esto se debe, ante todo, a lo antes señalado: al peso de nuestra cultura y a ese código del niño por el que está obligado a silenciar sus emociones para parecer fuerte.
Al fin y al cabo, ser criado y convivir con una persona emocionalmente no disponible y con el clásico “resplandor” del egoísmo, la queja y la necesidad de control, suele dejar de media las mismas secuelas. Veamos algunas manifestaciones concretas:
- El uso recurrente de la mentira y la negación
El hijo que ha crecido bajo la influencia de una madre controladora no ha tenido tiempo para construir una identidad propia, auténtica y fuerte. De este modo, un mecanismo de supervivencia muy recurrente de estos hombres es el uso de la mentira.
Al principio lo hará para no decepcionar a su madre, para evitar la culpa, pero al hacer uso de este recurso desde niño existe el peligro que lo siga aplicando en cualquier ámbito llegada la edad adulta. La mentira le sirve para protegerse, para esconder sus emociones, para contentar a su madre y para poder sobrevivir a duras penas en cualquier contexto.
- Marcada contención emocional
Los hijos adultos de madres controladoras viven muchas veces anulados emocionalmente por ese influjo. Al suprimir casi desde el inicio esa energía emocional del niño para colocar la de ella misma como prioridad, ese hijo entiende desde bien temprano que mostrar sentimientos no solo podría ser vergonzoso sino peligroso.
- Hostilidad
Una madre controladora genera siempre un apego inseguro. Un vínculo donde el niño no ha sido validado emocionalmente, y donde muy a menudo puede evidenciar comportamientos agresivos u hostiles. De este modo, el hombre que ha crecido con esta dinámica puede mostrar reacciones sobredimensionadas a ciertas situaciones, donde se evidencia la falta de control y la tendencia a manifestar la propia ira.
- Relaciones frustradas
Las madres controladoras consideran que sus hijos son de su propiedad personal. Ese vínculo tóxico tiene graves implicaciones en el desarrollo afectivo del niño, en su maduración psicológica, en su independencia, en su capacidad para tomar decisiones. Una consecuencia evidente es la clara dificultad para establecer una intimidad y una conexión emocional auténtica con alguna pareja afectiva.
En conclusión conviene tener presente que el amor verdadero busca el bien de la persona amada, con mayor razón si se trata del propio hijo. Educar en el amor, educar en la libertad, es algo esencial y que empieza a desarrollarse en casa desde los primeros meses de vida.