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Harriet Tubman, la “Moisés” de las plantaciones de esclavos

TUBMAN

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Sandra Ferrer - publicado el 02/12/18

Desde que en el siglo XVII llegaran al estado norteamericano de Virginia los primeros esclavos provenientes de África, las grandes plantaciones del sur de los Estados Unidos mantuvieron su ingente producción de algodón gracias a la mano de obra esclava de millones de personas. Hombres, mujeres y niños esclavos estaban condenados a una vida de sacrificio de la que algunos consiguieron liberarse. Harriet Tubman fue una de esas personas que consiguió huir de las tierras sureñas y tuvo la valentía de regresar una y otra vez para liberar a otros esclavos. No en vano fue recordada como la “Moisés de su pueblo”.

Harriet Tubman nació como Araminta Ross en una fecha indeterminada del año 1820 en el estado de Maryland. No nació en libertad, sus padres eran esclavos de una plantación, por lo que la pequeña Araminta, lejos de crecer entre juegos y risas, alcanzó la edad adulta a golpe de látigo y extenuantes jornadas de trabajo.

Araminta sufrió todo tipo de crueldades físicas y psicológicas. Siendo tan sólo una niña de seis años tuvo que encargarse de cuidar del bebé de una señora que no dudaba en propinarle latigazos si el pequeño rompía a llorar en plena noche.

HARRIET TUBMAN
Lindsley, H. B | Library of Congress

A medida que crecía, fue requerida para arar o transportar material en los extensos campos de las ricas plantaciones sureñas.

Araminta sobrellevó aquella dura existencia encontrando consuelo en la palabra de Dios. Ella era analfabeta, por lo que no pudo leer la Biblia, pero su madre le fue transmitiendo la doctrina católica desde niña.

El Antiguo Testamento y, en concreto, la historia de Moisés guiando al pueblo elegido hasta la Tierra Prometida, marcaría para siempre a aquella joven que pronto se rebelaría contra su dramática e injusta situación.

Siendo una joven con un triste pasado a sus espaldas, Araminta recibió un duro golpe en la cabeza provocándole un profundo traumatismo craneal que le dejaría secuelas de por vida.

HARRIET TUBMAN,SLAVERY
PD

En aquella época empezó a tener visiones y a forjar una idea de Dios muy profunda. Araminta estaba convencida de que Dios le hablaba directamente a su alma y aquellas visiones le dieron la fuerza, el coraje y la valentía que harían pronto de ella toda una heroína para su pueblo.

Hacia 1844, Araminta cambió de nombre y adoptó el de su madre, Harriet, cuando se casó y modificó también su apellido por el de su marido, Tubman.

Cuatro años después, cuando Harriet Tubman estaba a punto de alcanzar los treinta años y su cuerpo estaba debilitado por culpa del trabajo esclavo, tomó la determinación de huir.

Tras un intento fallido, Harriet consiguió dejar atrás las plantaciones y alcanzar su propia Tierra Prometida.

La huida de Harriet fue un éxito gracias a la ayuda de hombres y mujeres que defendían la abolición de la esclavitud, entre ellos muchos cristianos pertenecientes a la comunidad cuáquera, que abogaban por la igualdad de todos los seres humanos.

La red de auxilio a los esclavos huidos conocida como “ferrocarril subterráneo” la llevó hasta Pensilvania.

Una vez instalada en Filadelfia, lejos de olvidarse de los suyos, empezó a trabajar para ahorrar un poco de dinero y buscar la manera de ayudar a sus familiares y amigos a seguir su mismo camino.

Con la ayuda de los abolicionistas, Harriet Tubman volvió en más de una ocasión al sur y consiguió rescatar a muchos esclavos, entre ellos algunos de sus familiares directos.

Su peligrosa labor (mucho más desde que en 1850 se aprobó la Ley de Esclavos Fugitivos) le valió el sobrenombre de “Moisés de su pueblo”.

En uno de sus viajes al sur, Harriet consiguió contactar con su marido, quien, en su ausencia se había vuelto a casar y se había olvidado de ella.

Harriet se sintió traicionada pero nada le frenó en sus ansias de liberar a todo aquel que quisiera tomar su mano.

Durante más de una década, Harriet Tubman encontró en la fe la fuerza necesaria para jugarse la vida una y otra vez.

La religión le sirvió también como herramienta al utilizar las estrofas de los cantos espirituales para transmitir mensajes en clave.

El estallido de la Guerra Civil en 1861 le dio una luz de esperanza, si los estados de la “Unión”, los estados del norte que defendían la abolición de la esclavitud, conseguían vencer a los estados de la “Confederación” del sur.

Durante el conflicto, Harriet se implicó como enfermera y llegó a colaborar en un asalto armado. Harriet ayudó a los cientos de esclavos que fueron liberados y celebró la Proclamación de Emancipación de 1863 que liberaba a millones de hombres, mujeres y niños.

Sin embargo, cuando terminó la guerra, Harriet Tubman observó con amargura que los prejuicios raciales no habían desaparecido con la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos tras la adopción de la Decimotercera Enmienda en 1865.

Harriet se encontró de nuevo sola, sin ayuda económica estatal, pues no recibió ninguna compensación por su colaboración en la contienda.

Sin embargo, amigos y familiares hicieron todo lo posible para que Harriet pudiera vivir en condiciones dignas.

Harriet Tubman continuaría luchando por los derechos raciales y se uniría a la causa sufragista durante los siguientes años de su vida mientras siguió cuidando de todo aquel que llamara a su puerta pidiendo ayuda.

En 1869 se casó con un veterano de la guerra y adoptaron una niña. Su muerte, el 10 de marzo de 1913, conmocionó a todo un país que la despidió con honores militares y la convirtió en un icono de la lucha por la libertad.

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