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Envejecer bien es un arte y este es su secreto

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Marzena Wilkanowicz-Devoud - Aleteia Polaco - publicado el 02/12/18

¿Y si la vejez fuera una promesa de una vida rica y renovada? ¿Y si fuera una vida plena y buena gracias a la gracia de una consciencia elevada por las vicisitudes de la vida, por nuestras experiencias y la calidad de nuestras relaciones con los demás? ¿Y si la vejez fuera simplemente un nacimiento nuevo, un ahondamiento, una oportunidad de hacer un acto generoso por las nuevas generaciones?

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“La vejez es una enfermedad”. ¿Qué sucede hoy con esta famosa frase del antiguo poeta Terencio, que hay quienes se la repiten a menudo? ¿La vejez es realmente una enfermedad?

En nuestras sociedades occidentales aumenta el número de personas ancianas debido al mejor nivel de vida y al progreso constante de la medicina.

Envejecemos por razones biológicas, pero también por razones culturales: con frecuencia, la vejez implica una clara reducción de la actividad y, consecuentemente, de la productividad.

Nuestra sociedad heredera de la era industrial y de un crecimiento ininterrumpido desde hace generaciones concede poca importancia a los ancianos.

Enzo Bianchi, el monje italiano fundador de la comunidad ecuménica de Bose, es el autor de un singular tratado sobre la vejez, La vita e i giorni [La vida y los días].

En su escrito distingue “una nueva forma de lucha de clases, entre los viejos que resisten a la marginalización y las nuevas generaciones que se agitan de impaciencia intentando encontrar un lugar en la vida social”.

Novato en cada etapa de la vida

Nuestras sociedades envejecen y ven que el número de personas mayores aumenta mientras que el de jóvenes disminuye.

En este contexto, el mito de la juventud como una etapa deseable, envidiable y rica en esperanza gana cada vez más amplitud.

No admitimos que el tiempo pasa, tenemos miedo de los signos de envejecimiento del cuerpo… Las modas y la opinión contemporáneas exaltan el culto a los valores juveniles, mientras que la vejez se convierte rápidamente en sinónimo de debilidad y declive.

¿No sería quizás necesario liberarse del miedo a la vejez para aprender a envejecer bien?

No se trata de negar las sombras y fragilidades de la vejez, pero tampoco se trata de que la alienemos: envejecer forma parte del camino de la existencia y es una etapa de la vida que tiene sus propias ventajas.

Conviene aprender a vivir según cada etapa de la vida, ya que cada una solamente se vive una vez. En cada nueva etapa debemos aprenderlo todo de nuevo.

Una vida generosa, la clave para envejecer bien

Según Enzo Bianchi, existen tres ingredientes esenciales en el arte de envejecer bien:

  • una vida buena, que consiste en perseguir el bien común diariamente,
  • una vida bella, que implica contemplación, fascinación y gratitud,
  • y una vida feliz que  es la respuesta a nuestra búsqueda de sentido con su lote de problemas y sufrimientos.

La clave fundamental para comenzar a envejecer bien está en la vida buena porque una vida bella no puede serlo sin ser buena. Y una vida feliz es “el efecto secundario” de una vida buena y bella…

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La vida como una historia de amor

¿Cómo se define una vida buena? Siempre según Enzo Bianchi, se trata de una vida en la que la búsqueda del bien es prioritaria.

¿El secreto? Tener una actitud de búsqueda del bien común día a día, con una conciencia despierta ante la importancia de nuestras elecciones y de la calidad de vida que intentamos establecer con quienes nos rodean.

¡Ahí está la clave! ¡No podemos conseguir una vida plena sin los demás!

Una vida buena está, en definitiva, marcada por el amor que damos y que recibimos. Es como una historia de amor, compuesta de gestos pequeños y grandes, de generosidad y de gratitud cotidianas en cada momento de nuestra vida.

¡No esperemos a la jubilación! Desde ahora mismo, sin importar nuestra edad, no perdamos nunca de vista el sentido del prójimo.

¡Trabajemos junto a las generaciones jóvenes con todo nuestro corazón! Y aunque la fuerza física nos falle, vivamos con intensidad todas nuestras acciones, hagámoslas con amor: desde una llamada telefónica a los nietos hasta el compromiso en un voluntariado.

Y no olvidemos nunca maravillarnos como los niños por las cosas pequeñas, los buenos actos que presenciamos, un hermoso paisaje o una bella obra de arte.

No hay nada como una mirada repleta de amor para protegernos de la tristeza y el hastío. Esta es la quintaesencia del arte de envejecer bien, según describe Enzo Bianchi.

Y concluye así: si debiéramos transmitir un solo deseo a los jóvenes que tienen toda la vida por delante y toda la vida para construir una vida generosa, debería ser el siguiente:

“Que un día alguien pueda decir de ti que has amado mucho, que tu vida fue una historia de amor y que, por tanto, fue una vida que mereció la pena vivir”.
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