La casi desconocida historia de una superviviente en tierra Son 8 minutos y 55 segundos. Interminables. Infinitos.
Ella prefiere no oírla más. Cuando recuerda esa grabación, Yaneth Molina aún siente en la piel y el alma esa angustia sofocante, embebida de silencio, impotencia y un sobrenatural esfuerzo por mantener la calma.
En 8 minutos y 55 segundos están registrados el contacto entre el vuelo LaMia 2933 y la torre de control del aeropuerto José María Córdova, de Medellín, la noche del 28 de noviembre de 2016 por el horario colombiano – ya la madrugada del 29 de noviembre en Brasil. Una noche de lluvia y dolor que tardaría lo incalificable en empezar a amanecer.
Yaneth Molina, entonces con 46 años y más de 20 años como controladora aérea, había preguntado a la tripulación cuál era la altitud en que volaban. La respuesta vino acompañada de un escalofriante: 9.000 pies. Muy por debajo de la altitud mínima para ese sector. Yaneth intentó establecer nuevamente contacto. Pero ninguna respuesta podrá ser jamás escuchada, ni siquiera transmitida.
“Cuando nadie más me respondió y del otro lado sólo había silencio, yo quise ser Dios para parar aquella aeronave”
Dos minutos después del último contacto, a meros 20 kilómetros del aeropuerto en que debería estar aterrizando, el avión que llevaba a la delegación del Chapecoense para el partido más importante de su historia chocó contra el Cerro Gordo, en Antioquia. Murieron a 71 personas y solo 6 sobrevivieron.
Pero, en tierra, Yaneth Molina sabe que ella fue la séptima superviviente.
Condenada sin juicio
La controladora colombiana fue acusada, por las estridentes voces anónimas de las redes sociales, de ser la responsable por el accidente que mató a los jugadores, miembros del equipo técnico y la directora del club catarinense, periodistas y tripulantes de LaMia. Ella recibió mensajes amenazantes hasta en el celular.
Yaneth fue acusada por la calma con la que actuó tras la llamada de emergencia realizada por el piloto, Miguel Quiroga. Él admitió la falta de combustible y la avería eléctrica general – pero faltaban segundos para el accidente. La controladora siguió el protocolo. Pero el pedido de emergencia había llegado tarde, muy muy tarde.
Yaneth fue fuertemente criticada por no haber dado prioridad inmediata al aterrizaje de LaMia. Pero la fiscalía colombiana concluyó que ella cumplió correctamente con los procedimientos que le competían y que, en ese momento, ya no estaba a su alcance impedir el accidente.
“Tuve que tomar decisiones muy rápidas, pero sin perder la calma, para evitar que otras aeronaves que se acercaban sufrieran consecuencias”.
Una vida devastada
Ella sabe que, por más que sus dos décadas de experiencia como controladora de vuelos confirmen la necesidad de la calma con la que siguió los protocolos durante la emergencia cuyo resultado ella no puede cambiar, algunos familiares de las víctimas siguieron culpándola por la muerte de las 71 personas. Ella los comprende. Pero duele.
En mayo de 2017, el papá y el hijo del piloto Miguel Quiroga la buscaron. Yaneth los recibió.
“Lo primero que el padre de él me dijo fue: ‘¿Por qué dejó morir a mi hijo?’ Yo solo logré llorar”.
Yaneth necesitó dos meses de permiso, durante los cuales lloró todos los días. Ella cambió su número de teléfono, se salió de las redes sociales y llegó a cambiar de escuela a su hijo menor. Su hijo más mayor, piloto, le suplicó a la madre que no fuera más a Medellín.
En 2004, había sido asesinado el controlador de tráfico aéreo responsable por monitorear a los dos aviones que chocaron en Suiza en pleno vuelo en el año 2002, donde murieron, también ahí, a 71 personas. Y las amenazas contra Yaneth eran bastante reales.
“Fueron días difíciles. Pero yo sabía que las decisiones que había tomado eran las correctas”.
Yaneth necesitaría todavía un año hasta que pudiera volver al puesto de trabajo en donde decenas de aterrizajes y despegues dependerían nuevamente de sus decisiones.
“Cuando tuve que hablar de nuevo con una tripulación, mi voz temblaba”.
Reconciliación consigo misma
Durante la terapia psicológica, ella decidió contar su historia por escrito. Carlos Acosta, su marido, con formación periodística y también controlador aéreo, oía todas las noches los desahogos y el llanto de su esposa y los transformaba en el texto de “Yo También Sobreviví“, publicado con recursos personales.
El libro no señala con el dedo ni se centra en el accidente desde una perspectiva técnica. Habla de la supervivencia de Yaneth tras esa noche lluviosa y rota del 28 al 29 de noviembre de 2016, en Medellín y el mundo entero.
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