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Papa Francisco: El obispo, un administrador de Dios, no un hombre de negocios

SYNOD OF BISHOPS

Antoine Mekary | ALETEIA | I.Media

Vatican News - publicado el 12/11/18

Homilía hoy en Casa Santa Marta

Humilde, manso, y no un príncipe. En la homilía de la Misa en Casa Santa Marta, el Papa dibujó el perfil ideal de un obispo, comentando la Carta de San Pablo a Tito, hoy que la Iglesia celebra la memoria de san Josafat, obispo y mártir.

Fervor y desorden son las dos palabras que el Papa usa para contar cómo nació la Iglesia, recordando también las “cosas admirables” llevadas a cabo.

“Siempre hay confusión –afirma-; la fuerza del Espíritu, desorden, y no debemos asustarnos” porque “es un buen signo”.

Nunca la Iglesia ha nacido toda ordenada, todo en su sitio, sin problemas, sin confusión, nunca. Y esta confusión, este desorden, debe ser arreglado. Es verdad, porque las cosas deben ponerse en su sitio; pensemos, por ejemplo, en el primer Concilio de Jerusalén: había una lucha entre judaizantes y no judaizantes … Pensemos bien: hacen el Concilio y ponen las cosas en su sitio. 

Por esto –subraya el Papa– Pablo deja a Tito en Creta para que ponga orden, recordándole que “lo primero es la fe”. Al mismo tiempo, da criterios e instrucciones sobre la figura del obispo como “administrador de Dios”.

La definición que da del obispo es un “administrador de Dios”, no de los bienes, del poder, de las cordadas, no: de Dios. Siempre tiene que corregirse a sí mismo y preguntarse: “¿Soy un administrador de Dios o soy un hombre de negocios?”. El obispo es administrador de Dios. Debe ser irreprensible: esta palabra es la misma que Dios pidió a Abraham: “Camina en mi presencia y sé irreprensible”. Es palabra fundante, de un jefe.

El perfil para elegir a un obispo

Francisco recuerda también cómo no debe ser un obispo. No arrogante ni soberbio, no colérico y no dedicado al vino, uno de los vicios más comunes en el tiempo de Pablo, no hombre de negocios ni agarrado al dinero. “Una calamidad para la Iglesia –afirma– un obispo de este tipo” aunque tuviese uno solo de estos defectos.

Capaz de “dar hospitalidad”, “amante del bien”, “sensato, justo, santo, dueño de sí mismo, fiel a la Palabra digna de fe que se le ha enseñado”: estas son las peculiaridades del servidor de Dios.

Así es el obispo. Este es el perfil del obispo. Y cuando se hacen indagaciones para elegir a los obispos, sería bueno hacer estas preguntas desde el principio, para saber si se puede seguir indagando. Pero, sobre todo, se ve que el obispo debe ser humilde, manso, servidor y no príncipe. Esta es la Palabra de Dios. “Ah, sí, padre, es verdad, esto después del Vaticano II hay que hacerlo…”- “¡No, después de Pablo!”. No es una novedad postconciliar, esta. Esto desde el principio, cuando la Iglesia se dio cuenta de que debía poner orden con obispos así.

“En la Iglesia –concluye el Papa- no se puede poner orden sin esta actitud de los obispos”. Lo que cuenta ante Dios no es ser simpáticos, predicar bien, sino la humildad y el servicio.

Recordando la memoria de san Josafat, obispo y mártir, Francisco pide oraciones por los obispos, para que “sean así, seamos así, como Pablo nos pide que seamos”.

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