¿Sabes quererte?

Hubo una etapa de mi vida en la que, ante las dificultades, me volví asiduo lector de libros motivacionales que exaltan el realizarse y ser feliz apelando a frases como: “Querer es poder”; “Nada limita tu voluntad”; “Eres grande”…

Solo que en algunos de esos libros, aun cuando se presentan como“Manual de instrucciones para quien busca el éxito y la felicidad”, no enseñan cómo somos, ni cómo debemos comportarnos para lograr estos objetivos.

Parecen ignorar que el desarrollo humano y la felicidad se canaliza a través del amor natural hacia nosotros mismos. Es la búsqueda de nuestro propio bien que pasa también por darnos a los demás. Estamos hechos para eso.

Sin embargo, erróneamente lo concluyente para mí, fue que debía insistir con toda fuerza de voluntad en “autorealizarme” en esto o aquello y la felicidad vendría por añadidura. Como la felicidad no es un añadido, sino una condición interior, lo único que conseguí fue desarrollar un enfermizo “amor propio” en vez de caminar por la saludable senda del “recto amor a uno mismo”, cosa muy distinta.

Así malgasté muchas energías persiguiendo fines que no me hicieron mejor, hasta que finalmente comprendí la diferencia, y pude rectificar.

Me explico: Se trata de dos amores, dos formas de vida profundamente divergentes, en las que solo una encuentra la anhelada felicidad del corazón humano.

El amor propio depende más que nada del curso exitoso de la vida y es a través de élcomo algunas personas se relacionan consigo mismas.Eso explica que cuando en sus finesles va mal, lo primero que se afecta es su estabilidad interior y su relación con los demás, dando y recibiendo un amor de poca calidad.Es un amor mal entendido que se finca en un orgullo queno permite asimilar las frustraciones y aprender de la experiencia del error. En vez de ello se opta por vivir de espaladas a la realidad, falseándola, ignorándola o disfrazándola; abriendo las puertas a demonios internos como: el falso orgullo, la susceptibilidad, el resentimiento y más…

Lo peor del amor propio es que la persona no se quiere nada a sí misma, y es por eso incapaz de querer a otros. Dicho de otra manera, nadie da lo que no tiene, ya que quien no es indulgente consigo mismo, difícilmente lo será con los demás.

En cambio, por el recto amor a nosotros mismos,las personas aun sufriendo los dobleces de la vida, no nos rompemos ni perdemos nuestra capacidad de amar.Podemos haber sufrido retrocesos de toda índole, cometido errores; hecho el ridículo; dañado a nosotros mismos o a los demás, incluso desarrollar complejos. Sin embargo, detrás de muchas vidas existe una historia donde es posible encontrar el testimonio de ese humilde recomenzar tan lleno de humanidad. Para desandar el camino y enderezar lo torcido, enmendando la plana.

Un recomenzar de hoy y siempre, levantándonos después de volver caer para regresar al camino, la más de las veces con un espíritu contrito o humillado, pero con la decidida actitud de aprovechar la experiencia reconquistando virtudes y el amor de los demás, casi siempre desde un nivel más alto, aun cuando no nos demos cuenta.

Por este amor podemos obtener lograr esenciales actitudes como:

• Aceptar nuestras características físicas y psicológicas sin cuestionarlas sino como un regalo que no ha sido dado.
• Aceptar nuestras propias imperfecciones transformándolas en una ocasión más de mejorar, de crecer, de sacar y acrecentar lo mejor que hay dentro de uno mismo para convertirnos en una persona valiosa.
• Apartarnos de lo que no nos hace esencialmente felices, equivocando ese fin con señuelos pasajeros como el alcohol, el hedonismo, la ambición de poder.
• Dar y recibir amor de calidad.

En el amor propio las crisis de la vida generan muerte, pues suelen ser el camino de la desesperanza de quien, negando su propia dignidad, no está dispuesto a rehacer con humildad su vida por el camino de la verdad.

En el recto amor a sí mismo, las crisis generan vida, pues propician una profunda reflexión por la que precisamente en esos momentos complicados resulta más fácil remover los cimientos de toda una vida para volver a empezar y ser felices.

Por Orfa Astorga de Lira.

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