Cuando la fe y el odio se encuentran, abunda la graciaEran las primeras horas de una mañana nublada de sábado y empezaban a llenarse los bancos de la Antigua Catedral de San Patricio en el barrio de Soho en Nueva York. Los reclinatorios crujían bajo el peso de los fieles, cuyas oraciones se presentaban a los pies de un enorme crucifijo suspendido en alto sobre el altar.
Las oraciones eran muy específicas. Este día marcaba el fin de 40 días de oración y ayuno guiados por el grupo provida 40 Days for Life y por la Hermandad Frassati de Nueva York, para todos los afectados por la infame resolución del Tribunal Supremo en el caso de Roe v. Wade, que en 1973 sentó la jurisprudencia para la despenalización del aborto en Estados Unidos.
Cuando el padre John Paul, C.F.R., empezó la celebración de la misa, el alboroto y los cánticos de los manifestantes reunidos más allá del portal de entrada podían escucharse a través de las pesadas puertas de madera, creando una disonante sinfonía de oraciones y protestas que retumbaban por todo el lugar sagrado.
Al final de la misa, el Santo Sacramento quedó presente para Adoración y se pronunciaron las palabras “En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo…” en pacífica solidaridad para empezar la procesión del Rosario. Los allí reunidos, unidos en oración, fluyeron hacia las húmedas calles de Manhattan para encontrarse con sus acusadores.
Cara a cara, piadosos y manifestantes dejaron ver a ojos de todo el mundo un fuerte contraste de actitud entre pacífica oración y provocadora furia.
Los agentes del departamento de policía de Nueva York mantuvieron acertadamente el mínimo de civismo y escoltaron amablemente a los fieles hasta el vecino cruce de la calle Mott con la calle Bleeker, conocido como Margaret Sanger Square, para que pudieran suplicar la gracia y misericordia de Dios por la intercesión de la Santa Madre a través de todas las decenas del Rosario.
Con las oraciones finales, un crescendo de alegría se elevó cuando los fieles iniciaron su trayecto de vuelta a la iglesia para la bendición. Caminaban entre gritos de burla de “¡Vergüenza, vergüenza, vergüenza!” y otros lemas menos decorosos, pero quienes desfilaban en oración revelaron el auténtico vencedor del día con el brillo de sus ojos. Los cansados manifestantes se marcharon ante la aparición de esta gracia, con suerte para recibir esa alegría en sus propias vidas en algún momento…
Como atestiguan quienes han experimentado un cambio de espíritu radical —Bernard Nathanson, Abby Johnson, Ramona Trevino y tantísimos otros, incluyendo la mujer que dejó atrás silenciosamente la clínica abortiva tras decidir que daría la bienvenida a la vida en su interior—, una cosa está clara: los cimientos de todo cambio están en la oración.