Ted Bundy es considerado uno de los asesinos en serie más peligrosos de finales del siglo XX. Antes de ser ejecutado en la silla eléctrica, admitió haber violado y asesinado a 36 mujeres. Sin embargo, expertos creen que fueron más de 100, aunque nunca se haya podido demostrar.
Su prototipo de víctimas eran estudiantes universitarias de cabello largo y oscuro; algunos lo atribuyen a que así era la novia que le había partido el corazón cuando era joven.
Una joven con estas características físicas estaba en la lista de Bundy, pero el consejo de su abuelita la salvó sin ella ni siquiera darse cuenta.
Una fuerza misteriosa
El asesino entró a la casa de hermandad Chi Omega de la Universidad Estatal de Florida y mató a dos de las chicas que estaban allí, pero cuando iba en búsqueda de su tercera víctima, “algo lo detuvo”.
Unos dicen que cuando entró a la habitación de la tercera joven armado con un bate, vio que tenía un rosario entre sus manos mientras dormía y, aunque quería acabar con su vida, sintió una fuerza misteriosa que se lo impedía.
Otros aseguran que esta “fuerza misteriosa” le advirtió que ni siquiera entrara a esa habitación.
En cualquiera de los dos casos, esta joven no murió esa noche y confesó que su abuela le había pedido que siempre al final del día rezara el rosario para que la Virgen la protegiera; incluso si estaba cansada y se quedaba dormida recitando los misterios, como pasó esa noche.
Además, también fue ese crimen de Bundy en esa universidad el que dejó la evidencia necesaria para atraparlo y llevarlo a prisión, acabando con su serie de asesinatos.
Un poder infinito
Sin duda, el poder del rosario es infinito. Hay muchísimos otros casos donde el manto de la Virgen protegió a quienes lo rezaron con fe y convicción.
Por ejemplo, el de los filipinos en 1986, quienes se “enfrentaron” a las fuerzas militares del dictador Ferdinando Marcos rezando el rosario.
Los soldados salieron de sus tanques, bajaron las armas y se unieron a la gente para acabar con el régimen de Marcos.
Y es que no olvidemos lo que quien fuera reconocido exorcista de la diócesis de Roma y el Vaticano, el Padre Gabriele Amorth, escribió en su libro Yo, el último exorcista: