A veces, después del fallecimiento de una persona cercana, los niños, incluso los muy pequeños, plantean preguntas sobre la muerte y, en particular, sobre su propia muerte. Quieren saber si van a morir también. Y cuando conseguimos, con ayuda de algunas piruetas y suaves eufemismos, explicarle la verdad al niño en cuestión, nos sigue preguntando: "Pero ¿cuándo?, ¿en cuántos días?".
En ese momento, tenemos en cuenta su edad y, por fin, renunciamos a hacerle partícipe de las últimas estadísticas sobre la esperanza de vida y elegimos entonces entre lo fácil y tranquilizador: "¡Dentro de muchísimo tiempo, cariño!", o la abrupta realidad: "¡Eso solo lo sabe Dios!".
No ocultar la verdad

Los psicólogos coinciden en que: es importante no ocultar la verdad a los niños. Si el niño o la niña plantea esta pregunta, es porque quiere entender. De ahí la necesidad de dedicar tiempo a escucharle y a ser francos en nuestras respuestas. Un niño estará menos inquieto si escucha la verdad que si lo dejamos en la ignorancia.
Muchos padres, piensan que es mejor ocultar la muerte de un ser querido y evadir el tema o hasta cierto punto engañar a los niños sobre dónde esta el ser querido fallecido para explicar porque no lo han visto. Sin embargo, no es sano ocultar la muerte a los niños, pues aunque pensemos que no son lo suficientemente listos para entender, explicándoles de manera correcta irán comprendiendo mejor.
Así como también es bueno que los niños vean por sí mismos y comprendan la verdadera razón de por qué ya no verán a ese ser querido y vivir su propio duelo, desde una mascota hasta un familiar. Expertos mencionan que los niños menores a cinco años quizás no lo entiendan del todo, pero usando el lenguaje apropiado ir teniendo una idea más clara de lo que está ocurriendo.

La lección de Teresita
Los cristianos tienen la suerte de poder ofrecer una respuesta llena de esperanza a la pregunta de la muerte. La muerte es la puerta de entrada a la vida eterna.
Con esta fe dio testimonio santa Teresa de Lisieux cuando escribió al abad Maurice Bellière en junio de 1897 (ella murió el 30 de septiembre de ese mismo año):
"Desearía decirle, querido pequeño hermano, mil cosas que solo ahora, que estoy a las puertas de la Eternidad, entiendo. Pero yo no muero, entro en la vida".
Una intuición que ya tenía desde muy pequeña, cuando deseaba la muerte a sus padres en sus arrebatos de ternura. Teresa citaba una carta de su madre, Celia Martin: "Los niños son pícaros sin igual, [Teresita] acaba de acariciarme deseándome la muerte: ‘¡Oh, cuánto me gustaría que murieras, mi pobrecita madre!’. Recibe una regañina y me dice: ‘Pero es para que vayas al Cielo, porque dijiste que hay que morir para ir allí’. ¡Desea incluso la muerte a su padre cuando se siente rebosante de amor!".
Teresa aprendió, desde la más tierna infancia, que la verdadera patria es el Cielo. Por ello, nunca demostró miedo ante la idea de la muerte. Intentemos, como padres, inculcar un poco de esta confianza y de este abandono a las almas atormentadas de nuestros hijos.

A continuación, te compartimos algunos puntos que puedes explicar a tus hijos la muerte:
1El ser querido que falleció no volverá
Puedes explicar a tu hijo que la muerte es irreversible, de modo que por mucho que anhelemos que la persona regrese, no volverá, pero eso no significa que ya no podamos orar por ese ser querido.
2Todo ser vivo enfrentará a la muerte algún día
Puedes conversar con tus hijos y mencionarles que la muerte es algo natural e inevitable para todo aquel que esta vivo, desde la naturaleza y una mascota, hasta el ser humano.
3Hay vida, después de la muerte
Lo maravilloso de todo, es que la muerte no es fin, sino el medio que nos conduce a la vida eterna y de ahí la importancia de estar preparados, porque no sabemos el día ni la hora, pero sí la esperanza de gozar eternamente con Aquel que nos creo con y por amor, donde no habrá sufrimiento, sino más bien gozo.











