Comienza un nuevo ciclo para la región en medio de esperanzas y temores
Finalmente, se produjo el resultado cantado por los sondeos. A pesar de la comprensible reducción de distancia en la recta final con el candidato que le llegaba más cerca, el ultraderechista Bolsonaro es el presidente electo de Brasil con un claro amplio margen a su favor.
En Brasil la explicación salta a la vista de cualquier observador medianamente agudo: mucho tiempo en el poder termina corrompiendo y el país estaba hastiado del PT. Más allá, el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, consideró que el triunfo del «populista de ultraderecha» Jair Bolsonaro se debe a lo que llamó “fatiga democrática”.
Jair Bolsonaro fala pela primeira vez como Presidente eleito: https://t.co/zOavZ1SG7D
— Jair M. Bolsonaro 2️⃣2️⃣ (@jairbolsonaro) October 28, 2018
En el terreno político, la sociedad occidental ha desplazado al marxismo y la izquierda como alternativas de gobierno, de cultura y de organización de la sociedad. Otro tanto, después de las fracasadas experiencias de Cuba, Nicaragua y Venezuela, ocurre en América Latina. Pero lo de Bolsonaro representa mucho más que la derrota de la izquierda en Brasil, así como la victoria de Donald Trump en Estados Unidos fue algo más que la victoria de un conservador contra un “progresista”. En el caso de Bolsonaro, es una expresión de esa genética autoritaria que pervive en Brasil desde tiempo imperiales que nunca han pasado totalmente.

Brasil nunca se “independizó” al estilo de los demás países de América Latina. «Por mucho tiempo prolongó en el continente el dominio portugués y Brasil no vivió las luchas de otros pueblos- observa el periodista político venezolano Manuel Felipe Sierra- Los gobiernos fuertes y autoritarios son parte de la tradición militaristas que por 17 anos gobernó al país; una tradición que no se parece al resto de los países de la región». Ciertamente igual de rudos, pero diferentes. Eran votados y aprobaron una Constitución autoritaria que se adecuó a lo que querían los brasileños. En la bandera de Brasil se lee: “Ordem e Progresso”, Orden y Progreso.

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Hoy, Bolsonaro llega con un discurso visiblemente autoritario, sin concesiones a lo “políticamente correcto” y cinco polémicos proyectos en carpeta, entre ellos, menos límites a la posesión de armas a los ciudadanos y de tierras a los indígenas, ampliar los delitos tipificados como terrorismo y acabar con el adoctrinamiento en las escuelas. Esto, aparte de lo que sicológicamente representa su discurso para un Brasil que no olvida los excesos de los pasados gobiernos militares.

Lo que sí resulta obvio es que sus coincidencias –y no solo de estilo- con el presidente estadounidense Donald Trump plantean giros importantes. En primero lugar, Trump tendrá un nuevo y poderoso interlocutor en Brasil y en Bolsonaro, más allá de su alianza con Colombia y otros países de la región. Instancias como el Grupo de Lima y otras iniciativas perderán influencia ante una bilateralidad que no solo amarrará ambas economías sino que aportará una renovada capacidad de maniobra política que les permitirá pasar por encima de otros interlocutores, ahora menores en América Latina, para entrarle de lleno a ciertos asuntos incómodos y eventualmente amenazantes para la seguridad de ambos países. Temas como la inmigración, entre otros.

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Mientras los brasileños festejan, naturalmente, un cambio político que oxigena los ambientes, se aprecian dos tipos de reacciones en el resto del continente: “Brasil parece haber inaugurado un estado teocrático con dios como referente. Y el principal derecho será la propiedad privada. Nadie que esté en sus cabales democráticos puede estar festejando esto”. Opiniones también salen de naciones vecinas: “La cachetada más grande contra políticos corruptos e ineptos la dio hoy el pueblo brasileño que dijo basta! En poco tiempo esa misma cachetada la vamos a dar en nuestro país”.

¿Está la mayor democracia de América Latina está en su momento más delicado en décadas? Es una pregunta que se mantiene para muchos analistas y que sólo el tiempo –que en esta parte del continente suele ser tan breve como los 100 primeros días- podrá responder.

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