Los clientes de estas nuevas estructuras para descargar el rencor son principalmente mujeres. Pero ¿se puede encerrar el corazón en una habitación? Los Padres del desierto nos proponen un camino distinto: alimenta la paciencia y lucharás contra la ira y el rencor Rojo es el color con el que imaginamos esta emoción en Disney, en esa obra maestra llamada Inside Out (Intensa-Mente o Del revés): ¿la ira puede ser roja como el amor? Tienen en común que se encienden y estallan. Son estados incontenibles en donde el ser humano alcanza el estado incandescente en la caridad y también en la destrucción.
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Juana de Arco era fuego de amor, al final del día yo como ella empuñaría un arma pero no por objetivos dignos. Una sobrecarga de tensión, mental principalmente, me lleva a volverme sombría y murmurar como un temporal que está por explorar, a menudo guardando rencor hacia quien no se lo merece.
Como un volcán que para liberar energía destruye todo lo que guarda dentro. Luego no quedan más que escombros.
No me ha sorprendido mucho, pero me ha hecho pensar, leer la noticia de la apertura de la “sala de la ira” en Boloña, por otro lado, cerca de donde vivo: se trata de un lugar en donde se entra, se paga, y se tiene a disposición un tiempo y un lugar cerrado en donde se rompe todo. Empresas de traslados ofrecen material para romper; en la habitación hay un semáforo, cuando se enciende el verde empieza la furia, cuando aparece el rojo se debe parar. Si tan solo se pudiera realmente controlar la rabia con un mecanismo…
«Este es un lugar en donde es posible desahogarse destruyendo objetos y muebles. Está dedicado a quien necesita relajarse de una manera no convencional». (Corriere di Bologna)
Un lugar similar existe en otras partes, en Milán por ejemplo y es curioso – no por nada – que el administrador constate que los objetos más deseados para destruir sean electrónicos, computadoras sobre todo. Es una especie de Némesis, pero más que otra cosa es una declaración descarada: el ídolo de nuestros días es nuestro verdadero enemigo. Yo también rompería mi celular, tras haberlo venerado durante horas, mirando mensajes, sacando fotos, chateando.
Ira, femenino singular
Otro dato que surge de las estadísticas de la sala de la ira es sea más frecuentada por mujeres:
«¿Quiénes son sus clientes?». «Mujeres, sobre todo. Chicas de entre 20 y 30 años, en particular. Amigas, hermanas, colegas. Vienen siempre aquí un poco titubeantes, pero una vez adentro parecen la Mujer maravilla» (Ibid)
Esto me recuerda que yo también estoy emparentada con las antiguas Erinias. Soy Megera, en el fondo. La mitología representa a estas furias como viejas, con pelo de serpiente y ojos de fuego. ¿Algo qué añadir? No, está todo: corroerse y envejecer, el veneno serpentino que cubre la cabeza, el fuego que destruye. Soy capaz de ser desaliñada y feroz. Pero me pregunto si la única salida es el desahogo.
Si la primera tentación fue meterme en el coche y llegar a la sala de la ira para estar una hora, luego apareció la voz de Dante en mi cabeza.
Cuando se encontró en el Infierno, fue testigo de una escena paradójica: esas bestias furiosas de las Erinias fueron puestas a raya por un ángel que llegó del cielo armado con un pequeño palo. Esa presencia luminosa para nada atemorizante las puso a callar y desaparecieron al instante. Quizá significa que hay una alternativa al desahogo de la rabia, una manera virtuosa de canalizar ese excedente enérgico y ardiente.
¿Un corazón por habitación?
El dominio de las emociones no es un semáforo, desgraciadamente. Mejor aún, afortunadamente. El humano no es un objeto con botones on/off, tiene amplias posibilidades de cambio y transformación. Es riesgoso reducir la grandeza del corazón a comportamientos herméticos. Ya existía el panic room (la sala del pánico), para el miedo; existen salas del placer; ahora la sala de la ira. Todo el riesgo de estas fragmentaciones está en la palabra “contener”, que es pariente directo de “contenido” y “continencia”.
Se puede decir que la satisfacción alegre pasa de una forma de contención de las pasiones que se nos atraviesan, pero es una desviación pensar en crear cajas de almacenamiento para encasillar el material brillante de nuestro corazón. Necesitamos un dique, no una cerca: como lo vasos sanguíneos, necesitamos una red comunicante que nos guíe al círculo virtuoso de la savia buena, que puede brotar del fondo de un resentimiento o un rencor.
La ira es poderosa, deflagrante, cegadora. Busca muchas formas de muerte no solo para quien está alrededor, sino también para el alma.
Los Padres del desierto nos ayudan a enfocarnos en la cuestión y también a salir “contentos” pero no “enjaulados”:
- Los caminos de quien guarda rencor conducen a la muerte del corazón.
- La tristeza, la negatividad son como un carcoma que roe el alma del hombre.
- Las pasiones si no se experimentan y se doman son como un caballo salvaje, y son la ruina del caballero.
- Ayuno del cuerpo sobriedad del intelecto.
- Alimenta la paciencia y lucharás contra la ira y el rencor.
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Basta
“Alimenta” es una hermosa palabra, muy materna. Quizá entonces la clave está en dar a la energía destructiva el rostro de la energía nutritiva.
Cuando los nervios toman la delantera, un trabajo manual puede ayudarte, por ejemplo. Ayer en la terraza de mi casatrasplanté una planta que estaba poniéndose muy grande y aplastaba a las que tenía alrededor. Fue un trabajo duro: tierra en todas partes, pinzas, desenredar raíces, podar, luego limpiar. Fue un antídoto para dar al tumulto de pensamientos una caricia de serenidad. Educar en la paciencia es más fácil con ejercicios manuales y, al mismo tiempo, educa la paciencia espiritual.
La de ayer en la noche no fue una escena de época, pero si lo pensamos bien, fue una manera inconsciente de decirme a mí misma: basta. Es decir, usa tu energía iracunda para hacer brotar algo. Cuando estés a punto de aplastar a los que te rodean, cambia de terreno.
Nuestras fuerzas son una bendición para muchas realidades que nacen y crecen solo a base de voluntariado. Alrededor de nosotros tenemos muchas, basta solo querer mirar. ¿Por qué limitarse al desahogo si nuestra ira puede alimentarse de algo bueno?
El bien no es quisquilloso, acoge de brazos abiertos también nuestro deseo de canalizar una luna torcida y vengativa en una pizca de ayuda a alguien más. En lugar de encerrarnos en una habitación, no sería mejor tocar a la puerta y preguntar: “¿Puedo echar una mano?”.