Aunque la relación entre evangélicos y política es bastante más compleja de lo que suele explicarse y no es la razón más importante de la anterior victoria de Bolsonaro, es un factor cada vez más contemplado por los analistas sociales y políticos.
En Brasil la población evangélica se acerca a los 50 millones (25%), pero el mundo evangélico no es homogéneo, ni religiosa, ni moral, ni políticamente. Una de las figuras políticas destacadas de Brasil es Marina Silva, quien es de la Iglesia Asambleas de Dios (pentecostal) y es conocida por su discurso ecologista y feminista.
Sin embargo, líderes de otras iglesias pentecostales apoyan el discurso “ultraconservador” de Bolsonaro.
La Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD, “Pare de Sufrir”) que no es propiamente una Iglesia pentecostal, sino una poderosa denominación cuyo sincretismo religioso y métodos de proselitismo la hacen difícil de clasificar (¿secta?), ha dado su apoyo a Bolsonaro, pero no por razones ideológicas.
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La IURD apoyó también a Lula (PT), a Dilma y a otros expresidentes de Brasil, porque siempre dio su apoyo a los que aseguraban la victoria, porque le interesa el poder y la influencia, no tanto la agenda moral o la ideología. En cambio, iglesias neopentecostales más conservadoras dieron su apoyo a Bolsonaro por la prioridad que dan a los valores de la defensa de la vida y la familia, contrarios al aborto y al matrimonio homosexual. En esta línea sucede algo similar en otros países de América Latina con los candidatos cuyo discurso sea provida. De hecho, sucedió lo mismo con Trump en Estados Unidos, ya que Clinton era sinónimo de apoyo al aborto.
José Luis Pérez Guadalupe, exministro del Interior en Perú, sociólogo, politólogo y teólogo católico, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), en su nuevo libro “Evangélicos y poder en América Latina” (2018), junto a especialistas de diez países, da a conocer cómo se han transformado las relaciones entre el mundo evangélico-pentecostal y la política en el continente latinoamericano. Esta investigación aportará una mirada más honda y aguda sobre un fenómeno complejo y cambiante.
Pérez Guadalupe afirma que la razón por la que los evangélicos neopentecostales apoyan a diferentes candidatos, no es por afinidad ideológica, sino por los intereses morales de las iglesias: votan por el candidato que coincida con la agenda de su iglesia, independientemente de la ideología.
Según Pérez Guadalupe, las agrupaciones evangélicas neopentecostales se han convertido en efectivos grupos de presión social y los ejemplos de Perú y Colombia en cuestiones provida o de género, son claramente concluyentes. Si bien entiende que hay iglesias evangélicas con enfoques opuestos a las iglesias más conservadoras, lo cierto es que el discurso neoconservador coincide con las iglesias que convocan miles de fieles.
Dios señala al candidato
Si nos acercamos a la literatura neopentecostal y a sus discursos, desde hace no muchos años, en todo el continente latinoamericano, y en Brasil de modo muy particular, los fieles de las iglesias neopentecostales entienden que la voz del pastor es la voz de Dios, que es directamente iluminado en sus decisiones.
El autoritarismo de muchos de estos pastores somete a sus fieles en las decisiones más íntimas y personales, porque entienden que, si están “bajo obediencia”, Dios les bendice por hacer caso al pastor sin cuestionarle nada.
Muchos políticos ya se han dado cuenta que obtener el apoyo de un pastor neopentecostal con muchos fieles, que incluso llenan estadios, es igual a que el 100% de sus fieles los voten. Para la iglesia, si el pastor manifiesta que Dios ha elegido al candidato, es la persona señalada por el cielo para votar. No se duda de ello. En cambio, si un político se saca una foto con un obispo católico o con un pastor de una iglesia protestante histórica, eso no significa que sus fieles le den un solo voto.
En varios países los líderes religiosos de estas iglesias entienden que toda la comunidad debe ponerse al servicio de la causa del político de turno, porque lo incorporan al “Plan de Dios” y a la salvación del pueblo. Lo viven como una verdadera guerra espiritual contra los enemigos de la fe y dedican cultos enteros a orar por el candidato elegido por el pastor y a trabajar en su favor.