La mujer que opta por llevar adelante las tareas domésticas y al mismo tiempo ser madre, suele ser considerada por debajo de la que trabaja fuera de casa. Este prejuicio, instalado en todos los continentes, hace que muchas mujeres hayan renunciado a la maternidad sin que ni siquiera eso fuera un impedimento real para su trabajo según han comprobado varios estudios recientes, según explica Consuelo León, directora del Observatorio de Políticas Familiares de la Universitat Internacional de Catalunya.
“Algunos trabajos sobre el reparto de tareas en el hogar muestran que el peso de la decisión de ser madres y trabajar a la vez no proviene de la carga de trabajo en casa sino precisamente del reconocimiento y la valoración social de ese trabajo“, explicó León en una jornada sobre natalidad que tuvo lugar el pasado miércoles en Barcelona (España).
Esta profesora e investigadora cree que se debería dar valor social a estas tareas (las de cuidar a la familia) y que el método que mejor funciona para que adquiera la importancia que merece es “darles un valor económico”. A eso lo llaman la “cuenta satélite” de los Estados, porque es un pago pendiente a tantos millones de mujeres.
Así, tal vez miraríamos de otra manera al ama de casa. Ya no habría preparado el almuerzo sino que se habría ganado 90 euros. Al calcularlo en dinero, ¿nos parecería más importante? En opinión de León, sí, aunque considera perjudicial ese enfoque y cree que no llega a producirse el pago de un sueldo al ama de casa porque una cosa es la cultura social y otra cosa es el nivel vivencial, es decir, qué es lo que valoramos con hechos.