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¡Hablemos de amor a nuestros hijos!

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Inès Pélissié du Rausas - Aleteia Francés - publicado el 03/10/18

La educación afectiva y sexual en las escuelas reconoce oficialmente el papel de los padres, pero sigue estando orientada hacia la banalización de la sexualidad como una sucesión de experiencias. Es vital para el niño que la primera educación para el amor, la que precede a la pubertad, se haga en casa por los padres

“Entre los jóvenes de 14-15 años, el 8% ve porno varias veces al día… Realizan su aprendizaje de la sexualidad en las peores condiciones”, lamentó hace unos meses el politólogo francés Dominique Reynié.

La hipersexualización de las niñas, que se presentan como sugar babies(golosinas sexuales) es un signo de ello. Los mismos niños son cada vez más víctimas y actores de “experiencias sexuales” de todo tipo. Soportan un acoso de adultos o de niños que a su vez repiten situaciones vistas o experimentadas por ellos mismos…

¿Es la educación sexual una respuesta? El año pasado todavía era obligatoria en la escuela primaria francesa, la mayoría de las veces en el nivel CM2 (equivalente a quinto de primaria). Sin embargo, la circular del Ministerio de Educación del 12 de septiembre de 2018 (donde explica y detalla la aplicación de la ley de educación) aporta algo nuevo en relación al respeto por el niño y la responsabilidad parental. ¿Cómo podemos actuar nosotros como padres? ¿Cómo podemos proteger a nuestros hijos mientras trabajamos por su desarrollo?

¿Qué educación “en sexualidad”?

En principio, a la edad de la escuela primaria, “no se trata de una educación explícita en sexualidad”, según se recoge en el portal Éduscol del ministerio de Educación francés para profesionales de la educación: “Esta educación tiene como objetivo el conocimiento, el respeto por uno mismo, por el propio cuerpo y por los demás, sin ninguna dimensión sexual stricto sensuen la escuela primaria. […] La infancia y la intimidad se respetan plenamente. […] En la escuela primaria, los modelos seleccionados para la implementación de la educación en sexualidad se presentan en el consejo escolar y se ponen en conocimiento de los padres de los alumnos en la reunión de inicio de curso, como parte de la presentación de las clases”.

Los aspectos que incumben a la biología pueden ser objeto de estudio clase de ciencias, mientras que otros (relaciones humanas, intimidad de la persona) pueden ser estudiados en la de educación cívica. Se reconoce el papel primordial de los padres.

A nosotros, los padres, nos corresponde ejercer ese papel y estar atentos cuando empiece la escuela frente a cualquier contenido o interlocutor que no tenga cabida en unas clases de primaria.

En secundaria, camino de la banalización

Todavía hay un problema con el contenido que se ofrece a los estudiantes de secundaria, los más jóvenes de los cuales son prepúberes. Porque el mensaje de la educación “en sexualidad” es: disfruta sin restricciones —pero con protección— siempre y cuando haya consentimiento.

Los materiales pedagógicos (preguntas de adolescentes en el sitio Onsexprime.fr) promueven todas las “experiencias” como prácticas de placer desconectadas de la persona, del amor y del niño. Así hay una reducción de la sexualidad humana al “modelo animal”, banalización de las experiencias sexuales, “libertad” (paradójica) de someterse a sus propios impulsos, deconstrucción de la identidad sexual y de la elección de género…

Desde los años 1980 y la lucha contra el sida, la educación sexual ha ido adquiriendo progresivamente un carácter pornográfico; como un bombero pirómano, banaliza las prácticas de una sexualidad de espectáculo de este universo pornográfico que transmite los peores tópicos sexistas, en particular el de la dominación/sometimiento. Unas prácticas que remiten a la prostitución del cuerpo más que al amor. Los niños lo perciben así y reniegan cuando exclaman espontáneamente: “¿El amor? ¡Qué asco!”.

Incluso el modo de transmisión en sí plantea interrogantes: ¿cómo podría un interlocutor externo, aunque sea bien intencionado, adaptarse a las necesidades de unos preadolescentes que no conoce, que ni siquiera son hermanos y hermanas, a veces reunidos en grandes grupos y con un tiempo limitado?

Esta modalidad, adaptada a los niños mayores, no está exenta de riesgos antes de la pubertad, tanto en primaria como con los alumnos de sexto o quinto: riesgo de saturación de contenidos sobre sexualidad, riesgo aún mayor de herir el corazón del niño con comentarios inapropiados o provocadores que violan su intimidad.

Cada niño es único y tiene derecho a que se respete su intimidad. La nueva aplicación de la ley en Francia toma nota de ello, en el caso de la escuela primaria, y este gran avance debe ser bienvenido, aunque podemos lamentar que todavía no haya evolucionado nada para los niños de la escuela secundaria, donde los más jóvenes son todavía niños.

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El caso de los padres

A los padres les preocupa ver que la teoría de género se imponga a sus hijos. Ante la cuestión de la pornografía, las cosas son más borrosas. Sus ojos a veces se abren de repente cuando descubren contenido pornográfico en el ordenador o cuando se enteran de que su hijo pequeño, en tercer año de infantil, es víctima desde hace un año de peticiones de tocamientos por parte de un niño de su clase y que juegan a sexting (chats sexuales) en el patio de recreo. Desbordados, los padres también se sienten incómodos con estos temas, que causan fragilidades o heridas personales. Prefieren guardar silencio o dejar pasar el tiempo…

Sin embargo, es vital para el niño que la primera educación afectiva y sexual, la que precede a la pubertad, se realice en casa por los padres, para enraizarlos en el amor, porque su corazón pregunta: “¿De dónde vengo? ¿Soy amado?”. Es necesario para hacerle descubrir, en el amor, la verdad y la belleza del amor. Para crear con él una relación de confianza con la que sienta que puede recurrir a sus padres en caso de que algo le perturbe. Para compartir con él un gran momento de complicidad e intimidad. Para protegerlo desde el interior contra informaciones malintencionadas, contenidos ideológicos o directamente sórdidos. Porque su capacidad de resistir los contenidos engañosos deriva de impregnar su corazón con la revelación del amor… Para hablar al corazón de vuestros hijos e impregnarlo de amor, los padres son los que están en mejor posición.

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Una educación afectiva y sexual humanas

La primera educación afectiva y sexual aporta al niño el orgullo de su cuerpo y de sí mismo, el orgullo de hacerse hombre, en caso de un niño, o mujer, en caso de una niña, y de prepararse para amar, porque es hermoso: yo vengo del Amor, así que soy amable. Soy una maravilla y es mi cuerpo de niño o de niña el que me lo “dice”.

A medida que nos acercamos a la adolescencia, hay que centrarse en anunciar la pubertad y, más aún, en prepararlos para vivir de manera humana, es decir, libre, las dos nuevas realidades de la pubertad: la fecundidad y el deseo. Esto no es fácil, porque somos débiles. Todos sentimos esta debilidad intensamente en nuestra sexualidad. La razón humana lo constata sin explicarlo: “Veo el bien y lo apruebo”, dijo el poeta latino Ovidio, “pero hago el mal”.

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Aprender a amar

Así que, ¿cómo alcanzar esa libertad? No se trata de reprimir o domar la sexualidad, como una bestia salvaje y malvada, sino integrarla haciéndola capaz de relación, de comunión, de obsequio y de amistad. Según Jean Vanier, “la sexualidad se integra y se asume en una obra de amor y de comunión donde buscamos el bien de otra persona o de otras personas, donde estamos, en todo caso, en relación con las personas”. La energía vital, la energía del amor, se orienta entonces hacia los demás no a través de la unión de los cuerpos, sino a través de otros gestos de bondad, verdad y ternura”.

La educación para el don de uno mismo pasa también por la adquisición de fuerza interior, de justicia, de prudencia, de autocontrol, esas virtudes humanas que ayudan a dominar los impulsos, a estudiarse menos uno mismo y así vivir mejor con los demás. De este modo, el niño comienza a unificarse; aprende a hacer que su corazón y su cuerpo caminen juntos.

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Humanizar la sexualidad

Una educación emocional y sexual auténtica humaniza la sexualidad. Prepara a los niños para vivir el amor en el mundo de las personas ayudándoles a madurar, es decir, a pasar de “los otros para mí” a “yo para los otros”. Esta educación forma el corazón del niño enseñándole la castidad y abriéndolo al sentido de “obsequio” y de la persona.

No se trata ni de lejos de una simple “información” sobre la sexualidad, aunque fuera de calidad. Esta educación tiene todas las probabilidades de éxito si se realiza lo más cerca posible del niño, sin olvidar la ayuda de los sacramentos y del Espíritu Santo: no podemos ganar solos esta batalla íntima por la integración de su sexualidad. Porque la afectividad y la sensibilidad fueron sensualizadas por el pecado, que ha introducido en nosotros el egoísmo de la lujuria y nos ha “desfigurado”. Bajo el movimiento del Espíritu Santo, se espiritualizan poco a poco. El poder de Dios se despliega en la debilidad humana, unifica a la persona y la pacifica; es lo que restaura su belleza y dignidad como imagen de Dios. ¡Sería una pena privar a los niños y adolescentes de esta luz y este poder!

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Para una educación en el amor: preguntamos a los padres

En su fragilidad, la fragilidad del niño pequeño, del adolescente que se busca a sí mismo, el niño tiene necesidades físicas, psicológicas, afectivas, intelectuales y espirituales. Pero su necesidad más profunda y constante es el amor, que para él es la condición absoluta para el crecimiento y la vida, como el sol para una planta. “Si me domesticas, mi vida se llenará de sol”, dijo el zorro al Principito. Para ser educado, el niño debe ser y sentirse amado primero. ¡Tomémonos el tiempo para darle el sol de nuestro amor!

Y por eso los niños… tienen padres: para ser educados en el amor. Los padres, incluso con sus defectos, son los mejor situados para educarles en el amor.

A través de gestos de ternura y respeto en la vida cotidiana, el niño se siente amado. También descubre así la belleza y la bondad del cuerpo hecho para amar y dar un amor que viene del corazón. Imitando a su padre o madre del mismo sexo, bajo la mirada benévola del otro progenitor, aprende a identificarse bien y a vivir felizmente su diferencia sexual.

Esta educación silenciosa, hecha de domesticaciones que se reanudan sin cesar, es el “escaparate” en el que puede revelarse la sexualidad humana. De corazón a corazón, con confianza y de manera progresiva, con un profundo respeto por el pudor de cada niño.

La educación afectiva y sexual no es una “enseñanza como las otras”. No se trata de información técnica, sino que es de carácter ético. Afecta a la intimidad de la persona y concierne a la felicidad del niño en esta tierra y en la eternidad.

Porque se trata, en esencia, de ayudarlo a “encontrarse a sí mismo” para entregarse, para responder al Amor y para encontrar en él su alegría. ¡Así que tomemos la decisión! ¡Hablemos cara a cara con nuestros hijos, construyamos esa confianza y enseñémosles el amor!

Inés Pélissié du Rausas dirige en Francia el programa de educación afectiva y sexual “Aprender a amar” dirigido a padres y educadores.

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