¿Es tan importante la libertad? ¿Podemos ser lo libres que queramos?
Aunque en la conversación común uno suele decir “soy libre de hacer lo que quiera” o “soy totalmente libre”, algo nos dice por dentro que libres-libres al cien por cien no lo somos.
¿Por qué no somos totalmente libres? Porque eso supondría que:
Conocemos todas las opciones.
Todas las opciones son posibles.
Podemos escoger entre todas ellas.
La vida y la experiencia nos enseñan que el ser humano tiene sus límites: en altura, en salud, en belleza, en fuerza, en cociente intelectual, en rapidez… Todas esas limitaciones (que forman parte de nuestro ser como individuo) hacen que esas tres condiciones que acabamos de citar no se den nunca. Lo que suele darse es que:
No conocemos todas las opciones (por falta de datos, por imposibilidad de acceso a esa información…).
No todas las opciones son posibles (algunas quedan fuera de nuestras posibilidades físicas, de nuestro bolsillo si hay que gastar algo…).
No podemos escoger entre todas ellas (por prejuicios, por imposición de otras personas, porque son opciones dañinas…).
El caso es que, si nos sentamos a pensar un poco, casi siempre estamos decidiendo entre un abanico de opciones escaso. Es como la carta de un menú de un restaurante: por muy extensa que sea, siempre es corta en comparación con los que ofrece la gastronomía.
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