La sorpresa por la elección de Jorge Bergoglio hizo que periodistas que quizá no tenían entre los planes de su vida conocer la Argentina se hagan una escapada hasta el país sudamericano. Dentro de ese grupo, un renombrado vaticanista estuvo varios días en el país conociendo todo lo que podía conocerse del nuevo Papa Francisco, mientras se comenzaban a editar las primeras biografías.
Por aquellos tiempos, se acusaba al Papa de connivencia con la dictadura e incluso de entregar sacerdotes para que sean detenidos. Acusación falsa, desmentida hasta por uno de aquellos jesuitas que era buscado por el gobierno militar. Y como buen periodista, ese vaticanista se interesó por el caso del cura Julio Grassi, acusado y condenado por primera vez en 2009 por abuso sexual en el hogar de menores que dirigía.
El vaticanista escuchó voces a favor del cura, algunas en contra, y concluyó que independientemente de la inocencia o no de Grassi, el caso había tenido lugar en otra diócesis, y el cura estaba apartado de su ministerio sacerdotal mientras se definía la investigación, por lo que no había noticia.
Pero hoy, algunos parecen haberla descubierto. Varios medios de comunicación de todo el mundo, a partir de un cable publicado por la agencia AP en la que entrevistan a la que la justicia argentina reconoció como víctima de Grassi, se hacen eco de una información que comprometería al Papa Francisco. ¿Es así?
La información refiere a un estudio encargado a un abogado por el entonces cardenal Jorge Bergoglio. El estudio, real, fue solicitado desde la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal, que presidía Jorge Bergoglio. En el estudio, el abogado concluye que Grassi es inocente de los delitos imputados, pese a lo que dictaminaba la justicia civil.
Además, el cable refiere que el joven que habría sido abusado por el sacerdote dice que cuando estaba con Grassi siempre éste decía que Bergoglio “nunca le soltaba la mano”.
¿Qué solidez tiene esta información?
El cardenal Bergoglio, desde el cargo que ocupaba en la Conferencia Episcopal, sí autorizó que se realice esa investigación, y lo hizo para tener más elementos para el juicio canónico sobre el cura. La agencia AP menciona que un canonista, al que no nombra, dice que eso no tendría valor. Independientemente de esa declaración, para eso fue encargado el estudio.
Las conclusiones del estudio no necesariamente habían de ser compartidas por la Conferencia Episcopal, ni por el Obispado de Morón en el que el sacerdote estaba incardinado, ni por ninguna autoridad eclesial. De hecho, cuando el estudio se termina, pero la justicia dictamina que el cura era culpable, aún cuando el estudio decía otra cosa, al sacerdote se le prohibió el ejercicio del ministerio público y se le inició un juicio canónico. Es decir, los resultados de ese estudio no tuvieron ningún tipo de consecuencia, ni siquiera para la Iglesia.
Aún cuando durante los primeros años del caso el entonces arzobispo Bergoglio hubiese creído en la inocencia de Grassi, no le cabía ningún tipo de culpabilidad por hacerlo.
Primero, por el principio de inocencia del que gozan todos los ciudadanos. Y segundo, porque las denuncias sobre Grassi supusieron un inmenso sacudón para la Iglesia argentina.
Muchos habían presenciado el inmenso bien que se hacía desde la Fundación Felices los Niños y cómo decenas de jóvenes salían de las calles y las drogas para encontrar en el hogar esperanza.
Hoy, Julio Grassi además de estar preso, tiene prohibido el ejercicio del ministerio público. Jamás el Papa, una vez confirmada la sentencia, se ha referido en público a su posible inocencia. No hay elementos objetivos para creer que hay un respaldo del Papa a él en su caso.
Que durante estos años hubo decenas de denuncias que terminaron por revelar las perversiones más horribles que muchos imaginaron no eran posibles, es cierto. También es cierto que en algunos casos hubo falsas denuncias, como es el caso de los sacerdotes de Granada, España, a cuya supuesta víctima el mismo Papa Francisco había llamado por teléfono.
El caso Grassi fue y sigue siendo dolorosísimo para muchísimas personas. Algunos, aún con la confirmación de la Corte Suprema de Justicia, siguen creyendo en su inocencia. Otros sí dan crédito, y se sienten traicionados por un hombre en el que llegaron a confiar, y desde ellos, no cabe más que solidarizarse con las víctimas de tan abominables crímenes.
Pero con Grassi culpable o inocente, no se puede incriminar al Papa Francisco por el caso.
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