Esas mentiras que yo me digo a mí mismo, ¿me acabarán cambiando por dentro?Me da miedo a veces que me conozcan como soy. No quiero que nadie lo sepa. ¿Lo sabrá Dios? Incluso a Él pretendo confundirlo.
Creo que engaño al que me ha creado. Es mentira. Ante Él nunca hay engaños. Pero yo intento mentir.
Y ya veo cómo hoy la mentira acaba hasta con una carrera política. La mentira en lo pequeño. La mentira en lo que intento aparentar. La mentira en cosas importantes. La mentira siempre afecta a todas las relaciones.
El hombre suele ser un poco mentiroso. Leía el otro día: “Las mejores mentiras son las que contienen una chispa de verdad, la justa para que los que las oigan se paren a pensar un momento”.
Puede alguien lanzar al viento una mentira sobre mí. Escucho: “Tendamos lazos al justo, que nos fastidia”. Son los lazos de algo falso que lanzo para que caiga el justo.
Siempre quedará la sospecha aunque sea mentira. Algunos lo acabarán creyendo. ¿Acabará siendo verdad lo que es mentira?
¿Creo que es verdad todo lo que me cuentan? Y esas mentiras que yo me digo a mí mismo, ¿me acabarán cambiando por dentro? ¿La mentira hará que yo viva de acuerdo con ella y sea el que no soy?
A veces pasa. Mienten sobre mí. O yo miento. Y acabo viviendo la mentira como si fuera verdad. O los demás me tratan de acuerdo a una mentira.
No quiero preguntarme como Pilato: “¿Qué es la verdad?”. Me hace daño la sospecha, la duda, el miedo a conocer mi verdad desnuda. No quiero vivir con la incertidumbre.
Miro mi propia verdad. No me engaño. Miro la verdad de los que me rodean. Miro también las pequeñas mentiras que me ayudan a caminar. Son muletas. Las desenmascaro.
A veces justifican mis actos y mis decisiones. Me da miedo acostumbrarme a ellas y no saber que están ahí. Me da miedo vivir sospechando de la verdad de los hombres. Confío en lo que son y en lo que dicen. Eso me da más paz.