Pidamos a Jesús que nos proteja siempre “con su misericordia y su perdón” nuestra Iglesia, “que como madre es santa, pero llena de hijos pecadores como nosotros”. Es la oración del Papa en la Misa matutina en Casa Santa Marta, reflexionando en la Primera carta de San Pablo a los Corintios y sobre el evangelio de Lucas, sobre las palabras de Jesús: tus muchos pecados son perdonados, porque has amado mucho.
Jesús mira el pequeño gesto de amor
El Pontífice distingue “tres grupos de personas” en las lecturas de hoy: Jesús y sus discípulos; Pablo y la mujer, una de las cuyo destino – recuerda Francisco – era “ser visitadas a escondidas”, también por los “fariseos”, o bien “ser lapidadas”; y los doctores de la Ley. Francisco subraya cómo la mujer se deja ver “con amor, con mucho amor hacia Jesús”, sin esconder que “era pecadora”. Lo mismo para san Pablo, que afirma: “A ustedes les he transmitido, ante todo, lo que yo he recibido, o sea que Cristo murió por nuestros pecados”.
Ambos, por tanto, buscaban a Dios “con amor, pero amor a medias”. Pablo porque – explica – “pensaba que el amor fuese una ley y tenía el corazón cerrado a la revelación de Jesucristo: perseguía a los cristianos, pero por celo de la ley, por este amor no maduro”. Y la mujer buscaba el amor, el “pequeño amor”. Los fariseos por tanto comentan, pero Jesús explica.
“A esta le ha sido perdonado mucho porque ha amado mucho”. “Pero ¿cómo amar? Estas no saben amar”. Buscan el amor. Y Jesús, hablando de estas, dice – una vox dijo – que nos precederán en el Reino de los Cielos. “Pero qué escándalo…” – los fariseos – “¡esta gente!”. Jesús mira el pequeño gesto de amor, el pequeño gesto de buena voluntad, y lo toma y lo lleva adelante. Esta es la misericordia de Jesús: siempre perdona, siempre recibe.
El “escándalo” de los hipócritas
Respecto a los “doctores de la Ley”, Francisco hace notar que “tienen una actitud que sólo los hipócritas usan a menudo: se escandalizan”. Y dicen:
“Pero mira, ¡qué escándalo! ¡No se puede vivir así! Hemos perdido los valores… Ahora todos tienen derecho a entrar en la Iglesia, también los divorciados, todos. ¿Pero dónde estamos?” El escándalo de los hipócritas. Este es el diálogo entre el amor grande que perdona todo, de Jesús, el amor “a medias” de Pablo y de esta señora, y también el nuestro, que es un amor incompleto porque ninguno de nosotros es santo canonizado. Digamos la verdad. Y la hipocresía: la hipocresía de los “justos”, de los “puros”, de quienes se creen salvados por sus propios méritos externos.
En la historia, Iglesia perseguida por los hipócritas
Jesús reconoce cómo estas personas exteriormente muestran “todo bonito” – habla de “sepulcros blanqueados” – pero dentro tienen “podredumbre” y descomposición.
Y la Iglesia, cuando camina en la historia, es perseguida por los hipócritas: hipócritas por dentro y por fuera. El diablo no tiene nada que hacer con los pecadores arrepentidos, porque miran a Dios y dicen: “Señor soy pecador, ayúdame”. Y el diablo es impotente, pero es fuerte con los hipócritas. Es fuerte, y los usa para destruir, destruir a la gente, destruir la sociedad, destruir a la Iglesia. El caballo de batalla del diablo es la hipocresía, porque es n mentiroso: se muestra como príncipe poderoso, bellísimo, y por detrás es un asesino.
El Papa exhorta a no olvidar que Jesús perdona, recibe, usa misericordia, una “palabra tantas veces olvidada cuando hablamos mal de los demás”. Invita por tanto a “ser misericordiosos, como Jesús, y a no condenar a los demás. Jesús en el centro”. Cristo de hecho perdona tanto a Pablo, “pecador, pero con un amor a medias, perseguidor, pero con un amor a medias”, como a la mujer, “pecadora, también ella con un amor incompleto”. Solo así pueden encontrar “el verdadero amor”, que es Jesús, mientras que los hipócritas “son incapaces de encontrar el amor porque tienen cerrado el corazón”.
Hoy celebramos a...