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Llevando a Cristo a uno de los países con más pobres del planeta

MIVA

ARHIV SLOVENSKE KARITAS

Salvador Aragonés - publicado el 18/09/18

Entrevista con fray Flem , misionero en Madagascar

Madagascar es la cuarta isla más grande del mundo. Está situada en el Océano Índico, en el sureste de África, separada del continente por el canal de Mozambique.

Sin embargo, los habitantes (malgaches) no son africanos, o no son africanos del todo, sino que son una mezcla de africanos e indonesios y malasios, los cuales fueron los primeros pobladores de Madagascar, antes que los africanos.

Es un país pobre, que no llega a los 1.700 dólares per cápita. Habitan la isla –muy rica en flora y fauna y, sobre todo, las riquezas del subsuelo como oro, basalto y níquel- unos 24 millones de habitantes, cuya
capital es Antananarivo, la mayor ciudad de la isla con 1,5 millones de habitantes.

La religión predominante es la cristiana, con cerca del 45 por 100 de la población, junto con la animista también con cerca del 45 por 100.

Hay también musulmanes (un 7 por 100). Estos no han arraigado en la población malgache, a pesar de haber llegado dos siglos antes que los cristianos, porque el pueblo no quiere la esclavitud ni la poligamia.

La lengua oficial es el malgache –de origen indonesia con un poco de mezcla de la legua bantú, la segunda legua es francesa junto con el inglés. Se independizó de Francia en 1960.

Para la formación de las mujeres existe en Madagascar la École Ménagère, que les da una formación para gestionar bien una buena familia.

Entre los cristianos presentes están los católicos, que son la mayoría, los anglicanos, evangelistas ortodoxos y otros.

Aunque los sacerdotes y los religiosos han salido de vocaciones autóctonas, Madagascar es un país de misioneros.

“La misión en Madagascar tiene dos vertientes claras: primero la evangelización, y segundo la ayuda económica a los pueblos, mediante la construcción de escuelas, hospitales, etc.”, nos cuenta el misionero malgache, fray Jean Flémoquin Rasamison, conocido como el padre Flem, de la Orden de los Franciscanos Menores.

Fray Flem
Frailes menores

Además, no es lo mismo misionar en una gran ciudad, donde las parroquias son más o menos como las
de Europa, que en los pueblos lejos de las ciudades, con caminos tortuosos y a veces solo asequibles a pie.

“Ya sabrá que nosotros somos de una cultura distinta de la africana -señala fray Flem. Nos entendemos bien los cristianos con los animistas, porque ellos creen en un solo dios, y llegan a Dios a través de la naturaleza: “las criaturas revelan a su Creador”.

Así que la Evangelización en Madagascar, más que una conversión es purificación e iluminación. Además, el ecumenismo ha fortalecido el buen entendimiento entre las Iglesias cristianas porque tuvo lugar la Fihavanana (reconciliación) y se ha creado el FFKM (Comunidad de Iglesias Cristianas en Madagascar)”.

Uno de los problemas que tenemos los misioneros es la pobreza de los fieles en los pueblos alejados de las ciudades.

No hay apenas limosnas para el culto, cuenta el padre Flem. “Una vez fui a predicar un retiro un pueblo, con los jóvenes franciscanos. Fui en coche, en aquellas carreteras que nada tienen que ver con las de aquí en Europa. Por ejemplo, me costó 50 euros de carburante, y después del retiro, los jóvenes hicieron un
“cuota de socio” y me dieron 10 euros. Para ellos es un compartir verdadero porque dan lo que tienen. Lo demás debe pagarlo el misionero”.

El pueblo malgache es “muy alegre y feliz”, dice el fray Flem, y tiene una relación interpersonal estupenda que no he visto en ningún sitio en donde ha estado “y eso a mí me encanta. Así, cuando vamos a un pueblo, al que no se puede llegar en coche a causa del camino, hemos de hacer varios kilómetros andando. Bien, pues el pueblo sale unos kilómetros a recibirnos, a esperarnos, en el camino. ¡Es emocionante! Y están alegres y felices de que vayamos”.

En Madagascar hay muchas vocaciones para sacerdotes, religiosos y, sobre todo, religiosas, que hacen una labor de evangelización y social muy importante.

En África también hay muchas vocaciones y por eso el papa Francisco habló de que África debe ser misionera.

Fray Flem vuelve a Madagascar antes de la Navidad. Vuelve contento porque ve la gran necesidad que hay para evangelizar Madagascar.

Le cuento que hay sacerdotes africanos a los que les cuesta volver a África, y de eso se han quejado algunos obispos de excolonias francesas. ¿Ocurre eso en Madagascar que es una excolonia francesa?

“Eso no ocurre en Madagascar, afirma fray Flem. Hay muy pocos sacerdotes malgaches en Europa. Además los sacerdotes o religiosos malgaches fuera de Madagascar tienen motivación claras y permiso de sus obispos o de los superiores respectivos.

Pero esto de la salida de sacerdotes africanos a Europa tiene una causa: A veces, nos cuenta fray Flem, los misioneros que van a África no conocen demasiado la mentalidad y la cultura de aquellos países, a pesar de su buena voluntad y su generosidad, y existe el riesgo a no ser interpretados bien.

Es decir, como los misioneros extranjeros tienen muchos recursos que vienen de sus países, sin conocer bastante la cultura actúan con mucha generosidad y caridad. Algo que los misioneros nativos no lo pueden.

Entonces se creen que en Europa se vive muy bien. Existe una imagen idealizada de Europa y de los
misioneros”.

La solución de esta sería la aportación de un misionero nativo bien formado trabajando con los misioneros. En el fondo es cuestión de formación que no está bien inculturada.

A fray Flem le encantaría poder informar a los europeos de lo que es Madagascar y la
cultura malgache. Y viceversa.

¿Nos veremos en su misión de Madagascar? Solo Dios lo sabe.

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