Una lectora cuenta y pregunta. “Él puso a su amante en mi lugar. Yo lo perdoné, pero no se lo dije. Ahora que ha muerto, sabrá que lo perdoné?”
El sacerdote Cido Pereira tiene una columna en el diario O São Paulo, de la arquidiócesis de San Paulo, en que recibe preguntas enviadas por el público.
En esta última semana, él respondió a la cuestión expuesta por una lectora que se presentó como Margarida:
“Mi marido me traicionó, me corrió de casa y puso a su amante en mi lugar. Yo lo perdoné, pero no le dije y él murió. ¿Sabrá que lo perdoné?
La respuesta del sacerdote Cido:
Qué sufrimiento debe haber sido, hermana mía. La traición hiere el corazón de la gente. Y qué fuerza has tenido para perdonarlo. Felicidades. Has crecido delante de Dios y te has liberado del peso del dolor, ¿no es así?
Ahora es hora de orar por tu marido. De pedirle a Dios que tenga piedad de él. La misericordia de Dios no tiene límites.
Ciertamente, tu ex marido, ahora en la eternidad, debe haberse dado cuenta del error de negar el compromiso asumido contigo en el matrimonio. En la eternidad, sin los límites humanos y la fragilidad de esta vida, somos capaces de ver con claridad los errores que cometemos.
Ora por él, hermana mía. Incluso porque creo que, en muchos momentos de la propia vida, él debe haber pensado en la tontería que hizo, pero el orgullo nos impide pedir perdón y reparar el error.
Dios te bendiga, hermana mía, y felicidades por tu capacidad de perdonar. Y que Dios te ayude, así como a tantos hombres y mujeres que han vivido situaciones semejantes, a caminar por la vida con el corazón libre de toda tristeza. Que seas feliz.